Encierro mortal en Iruñea
Un «gogoan zaitugu» y un silencio total en el adiós
R.S. | IRUÑEA
La despedida a Daniel Jimeno Romero fue sencilla, como cabía prever. Que un corredor muera en el encierro es algo tan inhabitual que no existe un protocolo fijado para estos casos. Así las cosas, al inicio de la corrida se decidió guardar un minuto de silencio, como ocurrió ya en 1995 con Matthew Peter Tassio. En el caso de Fermin Etxeberria, su fallecimiento se recordó al inicio de las siguientes fiestas, dado que había muerto en setiembre después de dos meses y medio hospitalizado.
La casualidad quiso que el primer toro en saltar a la arena fuera además el ya tristemente famoso «Capuchino», con lo que la expectación fue mayor. Desde la grada se oyeron pitos a su salida de los toriles.
Esta estuvo precedida por un minuto de silencio clamoroso en una Plaza que nunca permanece callada. La txaranga de la peña Alegría de Iruña se encargó de tocar una música de recuerdo muy emotiva, rota por una fuerte ovación final.
Antes, por la mañana, una mano anónima había colocado un pañuelo rojo con un crespón negro y el lema «Gogoan zaitugu» justo en el lugar en que el joven madrileño cayó mortalmente herido. Por allí pasaron numerosos curiosos para retratar el momento o para rendir un homenaje silencioso al malogrado corredor. El punto en que se produjo la fatal arremetida está justo en el semáforo que separa las calles Amaia y Cortes de Navarra.
La consternación empapó asimismo otros actos oficiales. En la misa celebrada por la mañana con motivo del Día del Mayor se hizo un recuerdo al joven, en la capilla de San Fermín.
Otro corredor lo mató
Hubo otra casualidad muy llamativa al inicio de la liada. El torero al que le correspondió en suerte «Capuchino» no era otro que David Fandila, El Fandi, precisamente compañero de carreras del fallecido joven de Alcalá de Henares, dado que también a él es habitual verle correr en la zona de Telefónica.
El Fandi, vestido de morado, recibió al morlaco con rictus de especial preocupación, bien justificada por el comportamiento que el toro había tenido por la mañana. Y «Capuchino» no tardó en dejarse notar, ya que descabalgó al caballo a las primeras de cambio. Después, Fandila lo banderilleó con cierta rabia y entre nuevos aplausos de la concurrencia. La Pamplonesa tocó después mientras los tendidos comenzaban a recuperar la algarabía de cada tarde.
El colorado de Jandilla todavía dio guerra antes de acabar con sus días. Desarmó el torero en alguna ocasión. Luego, El Fandi le pegó una estocada algo lateral y tuvo que tirar de descabello. Pasadas las 18.55, «Capuchino» pasaba a la historia. A petición popular, más por sentimiento que por otra cosa, el matador se llevó una oreja que dedicó mirando al cielo.