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Jesús Lezaun Sacerdote

¿Un gobierno de coalición?

Las asociaciones que se dan entre nosotros y que están copando el Gobierno diocesano son asociaciones poderosas, influyentes, donde predomina precisamente el dinero, tan opuesto a todo Evangelio

El día 24 de junio publicaba la prensa una reseña, con fotografía incluida, de la remodelación del Gobierno de la Diócesis de Iruñea. Tan larga espera, y tan desmesurada exhibición para tan escaso previsible resultado. Los tiempos no dan para énfasis en lo religioso.

En anteriores remodelaciones, siquiera de manera meramente formal, se hicieron votaciones. Ahora nada. todo a dedo. La Iglesia no entiende de democracia, ni de participación. En una de aquellas anteriores votaciones el obispo de entonces le dijo a un sacerdote: «Has sido el más votado, pero como no eres de mi confianza, no te nombro para el cargo». Y nombró a otro. Como suena.

Dicen que todos los nombrados son de derechas. No lo sé. Si es así, con su pan se lo coman, y lo siento por la Diócesis y por la Iglesia.

No conozco a todos. A alguno sí, y muy bien, debo decir, aunque duela, que alguno no debía ser nombrado por nada de este mundo. Eso muestra a las claras que es verdad lo que se dice del Sr. arzobispo, que no consulta a nadie las cosas y que hace lo que le parece. Desde el Concilio Vaticano II, hay en la Diócesis organismos que bien podían cumplir esa función de información. Para eso están. Hoy ya no se puede jugar con estas cosas tan serias.

Pero no es de estas cosas de las que quería hablar en este escrito. Me preocupa más otro asunto que viene de muy atrás en la Diócesis. Dicen, y dan nombres, que en esa famosa lista de nombrados hay sacerdotes de todo pelaje, menos de una tendencia. Que cada uno es de una de las asociaciones de sacerdotes que pululan por aquí -son varias las asociaciones citadas-, y que hasta el Sr. arzobispo sería de una de ellas. Focolari, dicen, que no sé qué es ni siquiera cómo se escribe. Por eso hablé en el título de gobierno de coalición. Esto lo considero muy serio, y es de lo que quiero hablar.

Como en la primitiva Iglesia, ¿unos son de Pablo, otros de Apolo y otros de Cefas? No entiendo qué le puede faltar a un sacerdote, y menos a un obispo, además de su ordenación y del ejercicio de su ministerio, para santificarse, de forma que recurra a otras referencias de cualquier tipo. Eso de hacerse de cualquier asociación, de someterse a otros superiores, a otras referencias, espiritualidades, etcétera, me parece no estimar suficientemente su propio espíritu, su propia espiritualidad sacerdotal, la referencia al Evangelio, a Jesucristo, a la Diócesis. Hay entre nosotros curas que fueron sustraídos a su Diócesis por uno que ahora es su obispo, y se formaron en un seminario a su medida, y no en el de su Diócesis o su presbiterio. Eso me parece muy mal, un auténtico latrocinio.

No hablo de humo de pajas. Conozco el fenómeno por dentro. En mi juventud seminarística y sacerdotal pertenecí a uno de esos grupos. Hasta nos hacían llamar padre al jefe. Cuando descubrí lo que eran, qué pretendían, de qué se nutrían, a quiénes obedecían, lo dejé y santas pascuas.

No dividamos al clero de ésta o de la otra forma, no tengamos intereses que no sean de nuestra Iglesia diocesana desde ahí la universal. Están sucediendo entre nosotros fenómenos de este tipo que se han patentizado ahora en la remodelación, que los considero muy negativos, espurios, carentes de contenido sacerdotal y cristiano.

Quiero terminar este escrito con dos detalles luminosos: el primero es que las asociaciones que se dan entre nosotros y que están copando el Gobierno diocesano son asociaciones poderosas, influyentes, donde predomina precisamente el dinero, tan opuesto a todo Evangelio. El segundo es una referencia al padre Arrupe S.J., a quien no le preocupaba tanto que la Compañía fuese poderosa y numerosa, sino que fuera realmente evangélica.

Creo haber prestado un servicio a la Diócesis y al Sr. arzobispo con las cosas que he dicho, aunque duelan. Están dichas desde mi interés y compromiso con la Diócesis, desde mi ancianidad, tan bien cuidada en este acogedor centro en el que vivo. Por otra parte, casi todas las cosas que aquí se han dicho han sido dichas ya al Sr. arzobispo en diversas ocasiones, sin haber recibido hasta ahora la respuesta adecuada. Y ahora tampoco.

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