De hecho, todo es provisional en esta Unión Europea sin nueva Comisión Europea ni Tratado de Lisboa. El Parlamento Europeo estrenó ayer nueva legislatura y los focos se centraron en su nuevo presidente, el conservador polaco Jerzy Buzek, a quien sucederá dentro de dos años y medio el socialdemócrata alemán Martin Schulz. Y eso fue todo. La primera sesión no dio para más, en espera de que quizás hoy puedan poner fecha a la primera votación para dar luz verde a la candidatura de Durao Barroso (propuesto por el Consejo) al frente del próximo colegio de comisarios europeos. Sobre Buzek se colocaron los focos y demasiada grandilocuencia. Muchos quisieron ver en su designación una cita con la historia, al ser el primer representante de los países de Europa Central que ingresaron en la UE en 2004 en acceder a este puesto, pero esas palabras, si algo indican, es que a la actual Unión le está costando, y mucho, digerir aquella ampliación, y la elección de Jerzy Buzek al frente del Parlamento Europeo no solucionará, por sí misma, los graves problemas de armonización de muchos de estos estados con la primera velocidad de la Unión. Es un guiño a Polonia y a su peso demográfico, sin duda, y de paso podría sugerir que en la pugna por decidir los puestos que la ratificación del Tratado de Lisboa traerá consigo (presidente del Consejo Europeo y Alto Representante de la Política Exterior y de Seguridad), esta parte de la Unión Europea ya no será tomada en cuenta.

Pero, primero, el Tratado de Lisboa debe ser ratificado. La configuración del Parlamento no será la misma si Lisboa sale adelante, y la Comisión tampoco será igual. Aunque, si hemos de ser sinceros, ni tan siquiera el propio Tratado de Lisboa será el mismo que fue pactado por los 27 si es ratificado en Irlanda. La actual UE es provisional porque de lo que decidan los irlandeses depende buena parte del futuro inmediato de la Unión. Si lo ratifican habrá un respiro momentáneo, si lo echan atrás, el atasco será monumental.