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El Tour se define en los Alpes

Suiza moviliza las tropas para acoger sus dos etapas

Suiza recibió al Tour para culminar un trabajo que tiene su origen hace diecinueve años cuando Verbier, que acogió el final de ayer, y Martigny, localidad de la que saldrá mañana la etapa, presentaron su candidatura para que la Grand Boucle acabara en su territorio.

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Joseba ITURRIA

Cada vez que el Tour sale de los límites del Estado francés es un placer, porque las sedes que lo acogen -Mónaco, Catalunya, Andorra o Suiza- convierten su llegada en un hito histórico y se vuelcan en su organización con una movilización de personas que nada tiene que ver con la de otras etapas. Fue el cantón de Valais, que hace frontera con los estados francés e italiano, el que se vistió de amarillo con una movilización y una organización que sólo se puede comparar a la de Mónaco. Hasta se recurrió al ejército suizo, con más de un centenar de chavales-soldados de entre 20 y 25 años a los que les toca cumplir la mili de manera obligatoria y que fueron en sus camiones para situarse en todos los cruces en una tarea que compartían con los policías suizos y... los 232 miembros de la Asociación de Motoristas del cantón de Valais, que junto con empleados de protección civil y compañías privadas conformaban un grupo de 700 personas que se encargarán de la seguridad durante las dos etapas suizas.

Pero, según explica, Yves Jeanmonod, responsable de la oficina de turismo de Martigny y de la comunicación con la prensa durante el Tour, la clave está en la movilización social. Cifraba entre 2.000 y 3.000 los voluntarios que de forma desinteresada han colaborado con la organización del Tour en las distintas comisiones que se han creado. En total se han destinado unos dos millones de francos suizos (1,3 millones de euros) a la organización de las dos etapas, de los que dos terceras partes corresponden al canon que les ha tocado pagar a la organización.

Pero no sólo les ha costado dinero, también mucho tiempo, conseguir que el Tour acabara en su país. Según explica Jeanmonod, «la última llegada del Tour a Suiza fue hace 25 años en Crans Montana y desde hace 19, Verbier y Martigny presentaron sus candidaturas para acoger la prueba. Es muy importante para nosotros porque se verá en todo el mundo y representa una promoción enorme. Es un gran placer acoger el Tour y se ha hecho un gran trabajo. Aquí hay mucha afición al ciclismo, como se ve en el Tour de Suiza y en Romandía. Tenemos a Cancellara, nuestro número uno, y no contamos con muchos ciclistas de gran nivel, pero sí mucha afición. Por eso hemos conseguido que el Tour esté tres días fuera de Francia y es un orgullo que la cima Henri Desgrange al puerto más alto del Tour se encuentre en el Grand Saint Bernard, en la frontera entre Italia y Suiza, una cosa única en la historia».

Jeanmonod se esforzaba en agradar a los periodistas, como las tres personas que sudaban al calor de la fondue o la chica que no perdía la sonrisa en el ascensor para trasladar a los invitados desde Le Chable, donde estábamos, por sistema -de cable, no podía ser de otra forma- en telesilla, hasta la cima de Verbier. Nueve kilómetros por carretera que se convertían en nueve minutos colgados en el aire para disfrutar de un paisaje único. Unas alturas desde las que se podían ver infinidad de personas, bicicletas y autocaravanas repartidas en las cunetas.

100.000 personas de todo el mundo

Los organizadores esperaban que 100.000 personas siguieran ayer la etapa a pie de carretera en el pequeño estado centroeuropeo llegados desde todo el mundo. Es un poco el reflejo de lo que es el país. Desde que se entra en su territorio en Ginebra, se ve a personas de todo tipo de etnias y nacionalidades. Eso es lo más llamativo de Suiza, junto con sus lagos, sus maravillosos paisajes de montaña y... la curiosa forma de cobrar las autopistas al no haber peajes y sí tener que comprar una viñeta por 28 euros que da opción a circular por las autopistas suizas durante un año. La caravana del Tour lo tuvo que pagar para los tres días. Pero lo más llamativo era que Verbier se convirtió en una sede de la ONU ciclista. Si los Pirineos parecían ocupados por los aficionados vascos, ayer era difícil encontrar un país europeo o americano que no estuviera representado con su bandera en la subida de Verbier.

Principalmente destacaban los suizos y los italianos, para los que era su final de etapa, ya que muchos podían ir desde su país a Verbier en bici. Pero había muchas banderas belgas, holandesas, alemanas, de países escandinavos, españolas portadas por inmigrantes en muchos casos e ikurrinas, porque también había un buen número de vascos en la subida. La mayoría de ellos subieron en bicicleta o con la bicicleta, y más de uno lo hacía disfrazado. Y es que fue una fiesta, en la que para poner el ambiente no faltaron grupos de música y de bailes locales.

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