La muerte de la periodista y activista en favor de los derechos humanos Natalia Estemirova ha puesto de nuevo el foco informativo internacional, siquiera de forma temporal, sobre la grave situación por la que atraviesa Chechenia. Estemirova fue secuestrada en Grozni a plena luz del día y su cuerpo apareció sin vida pocas horas después en la vecina Ingushetia. Corrió la misma suerte que Anna Politkvoskaya, periodista rusa e íntima amiga de Estemirova, que murió acribillada a balazos por denunciar sin descanso la extrema situación que vive la república caucásica que gobierna con guante de hierro el prorruso Ramzan Kadirov. Para los compañeros de Estemirova en la asociación de derechos humanos Memorial, Kadirov es el responsable, directo o indirecto, de la muerte de la periodista. «Matan a los que intentan decir la verdad, a los que critican a las autoridades», aseguran.

Moscú trata de vender normalización donde sólo existe la impunidad de las armas, los secuestros, las torturas y las ejecuciones sumariales para quienes se oponen al régimen de Kadirov. Esa es la realidad, y tratar de hacerla llegar fuera de las fronteras chechenas es un ejercicio arriesgado que a menudo se paga con la propia vida. Así lo evidencia un reportaje que hoy publica GARA y que ha sido escrito desde Grozni por Urtzi Urrutikoetxea.