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Maite SOROA

Cosas del patriotismo

Lo bueno de las conversas (y conversos) es su apabullante franqueza. Hablan, como suele decirse, sin pelos en la lengua y con un entusiasmo propio de los hooligans británicos.

Edurne Uriarte (que en sus días pastó con igual entusiasmo por el nacionalismo vasco) ha descubierto la gran patria donde no se ponía el sol y ahora pide cuentas, incluso, a los que ya estaban antes que ella en esa orilla.

Ayer en «Abc» Uriarte comenzaba su columna con una sentencia categórica: «Mencionas la patria en este país y los complejos de la izquierda entran en ebullición. Incluso dejas de mencionar la patria y te refieres simplemente a los intereses de España y nuestra peor enfermedad política se manifiesta con todos sus síntomas. Lo mismo en Gibraltar que en la decisión del juez Pedraz sobre los abucheos al Rey». Por menos han empezado guerras en esos pagos.

El asunto se centra ahora en la rendición de ZP en Gibraltar. Uriarte lo tiene muy claro: «este cambio de política respecto a Gibraltar viene de fines de 2004 y, no es casualidad, tiene el mismo origen que la negociación con ETA. La incomodidad de Zapatero con las posiciones patrióticas que él identifica como franquistas, sea frente a Gibraltar o frente a los nacionalismos. Lo que hace de su generación, de la de Moratinos, pero también de la de sus herederos ideológicos, Pajín, Madina, unos pésimos defensores de los intereses nacionales». No cabe negarlo, tiene razón. Para defensores... los del Alcázar de Toledo.

Advierte Uriarte que la cosa está muy chunga y que los peligros acechan con mandatarios tan melífluos: «Se plegarán al Caruana o al Miliband de turno, o a los nacionalistas, con tal de no situarse en el terreno del patriotismo español». Lo dicho, la pasión del converso.

Pero Edurne lo tiene claro y advierte a los advenedizos de las nefastas consecuencias que tendrán sus actos: «Y fracasarán nuevamente, de la misma forma que han fracasado con treinta años de cesiones a los nacionalismos, sean políticas o sean judiciales como la de Pedraz. Éste es nuestro auténtico hecho diferencial respecto a Europa. No la existencia de nacionalismos fuertes, sino la incapacidad para responderles con firmeza. Los británicos y Peter Caruana se frotan las manos con la misma satisfacción que los independentistas vascos y catalanes». Pues ¡hay que aprovechar!

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