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Perdido en la adaptación

«Nueva York para principiantes»

M. I. | DONOSTIA

El cine británico aterriza en suelo norteamericano para relatar la experiencia de su periodista Toby Young, que fue fichado por la revista «Vanity Fair», y a quien encarna en pantalla el cómico Simon Pegg.

Cada vez son más los realizadores televisivos captados por el cine, debido a que su cotización profesional les hace estar sobrevalorados, a lo que también contribuye el respaldo coyuntural de parte de la crítica. Aún así, rara vez logran dar en la gran pantalla el mismo rendimiento que en la pequeña, como si sus limitaciones quedasen ampliadas. Robert Weide fue fichado para dirigir «Nueva York para principiantes» por ser el responsable de la serie «El show de Larry David», y como Woody Allen ha contado con este popular rostro televisivo en su nueva comedia «Whatever Works» ha puesto en el punto de mira, de paso, al realizador del programa.

En todo ello interviene por ende el hecho de que la producción sea británica y sus promotores no se hayan atrevido a desembarcar en territorio norteamericano sin contar con un anfitrión nativo para la ocasión, así que han dejado a su cómico Simon Pegg en las manos de Robert Weide. Pero el británico resulta más gracioso cuando es dirigido por su compatriota y colega Edgar Wright.

«Nueva York para principiantes» se suma a la lista de comedias recientes que quieren parecerse a «El diablo viste de Prada» sin conseguirlo, lo que provoca que cada vez la película protagonizada por Meryl Streep gane más en consideración. En esta ocasión, se basa en una novela de Toby Young, periodista británico contratado por la revista «Vanity Fair», líder en información sobre el mundo del entretenimiento y sus estrellas. Las diferencias culturales quedan pronto en evidencia, y es que el recién llegado del otro lado del charco no cae bien en la redacción, donde sus manías y peculiaridades producen el rechazo general. Dicen que el texto original caricaturiza con mucho sarcasmo a los mandamases de la revista, pero la versión cinematográfica es menos punzante e incisiva por culpa de su esquema de comedia romántica convencional. Si bien el reparto norteamericano es de altura, entre todos se acaban comiendo a Simon Pegg, cuya ironía sucumbe a los encantos de Megan Fox.

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