El nuevo montaje
«Ashes of time redux»
M. I. | DONOSTIA
La casi totalidad de los realizadores asiáticos, aunque practiquen el cine de autor, han de pasar en algún momento de su carrera por la prueba obligatoria de la película de artes marciales, que es el género oriental por excelencia. Al pertenecer a la industria de Hong Kong, el exquisito Wong Kar Wai, de «Deseando amar», no tuvo otro remedio en sus comienzos que hacer una puntual incursión en el wuxia. Dirigió este cuarto largometraje en 1994, tras ganarse un prestigio internacional con sus anteriores «A Tears Go By», «Days of Being Wild» y «Chungking Express». No quedó contento con los resultados, achacables a la falta de medios suficientes, motivo por el que ahora presenta un montaje reducido que pule posibles defectos de origen.
A diferencia de otras cintas, wuxia, la remozada «Ashes of Time Redux» no maneja las coreografías de lucha al estilo tradicional, sino que la puesta en escena se basa en los movimientos de cámara con preferencia por los barridos y desenfoques. En cuanto a su estructura narrativa, opta por la fragmentación, lo que inspiró en su día a Tarantino para el montaje desordenado de «Pulp Fiction». Puede resultar algo confusa para los puristas del género, mientras que los cinéfilos más atrevidos disfrutarán con ella. La violenta ambientación desértica parece casi de «soja-western», con la figura de un mercenario solitario víctima del desamor como centro de la acción, desarrollada en torno a una perdida cantina en la que el tabernero hace las veces de narrador o introductor de la historia, y en la que no faltan clientes prototípicos como el espadachín ciego.