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A la búsqueda del contemporáneo

El metal reconfigura sus coordenadas

La industria musical está en decadencia. Son miles las puertas que se cierran y los nuevos caminos que aparecen parecen ser más atractivos que empuñar un bajo, una guitarra o las baquetas. Pese a todo, el metal pervive. Quizá por encima del rock e incluso del pop. Al menos cualitativamente, porque los grandes medios nunca han estado tan lejos.

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Izkander FERNANDEZ | BILBO

Es como una hecatombe nuclear; nada es igual que antes, todo ha cambiado y cualquier atisbo de esplendor propio de tiempos pasados es una simple ilusión. El heavy metal, el metal pesado, nació a principios de la década de los 80 en el cuarto de un quinceañero amante de los tebeos, de las espadas y del apocalipsis. Alcanzó la mayoría de edad en los primeros 90. La posibilidad de facturar una balada y utilizarla como single era parte del lenguaje musical de la época. Hoy es una puerta cerrada que ya no se le abre ni a los dinosaurios que sobreviven a golpe de giras masivas y discos dudosos. Cruel el escenario.

Hay que escarbar en la tierra en la mitad de la tormenta y clavar las uñas en el ataúd para encontrarse con el metal contemporáneo. Porque, ahora sí, tras el ajuste de parámetros que vapuleó el heavy metal en los 90, la denominación pasa a ser metal. A secas. La paradoja se cierra cuando se entiende que el heavy es, hoy por hoy, un subgénero cuando hubo un día en el que fue el big bang. El metal se arrastró hasta la presente década herido de muerte. Los medios y las multinacionales exprimieron el llamado nu metal hasta límites insospechados y el hastío se instaló en un público que se sentía en un callejón sin salida.

Ha sido en los últimos años cuando la palabra metal ha encontrado un nuevo impulso en el discurso musical de un puñado de nuevas y no tan nuevas bandas. El sonido es una nueva vuelta de tuerca a las aportaciones clásicas al género. Black Sabbath aparece como un ser omnipresente y todo parte de un riff malvado que rompe aguas en la oscuridad. A partir de ahí, la propuesta puede ser más o menos sucia, rápida, experimental o agresiva. Pero la maternidad es clara. Quizá los elementos alucinógenos del space rock, las miles de aristas del rock progresivo y la cadencia monolítica del stoner sean las nuevas cartas boca arriba de un estilo que trata de mostrar que vuelve a desperezarse tras un mal sueño.

El metal existe aunque sea en el subsuelo de la realidad musical de las masas. Un poco como siempre, pero ahora de forma más cruel. Si cabe. La calidad de las recientes obras de Mastodon, Gojira o Lamb Of God devuelve el interés a la escena más dura. No es ninguna casualidad, el goteo ha sido continuo y en los últimos años Down, The Sword, High On Fire, In Flames y Opeth han acentuado la mejoría. Sus nombres no se acercan a los de Iron Maiden, Metallica o Judas Priest en la cultura popular, pero sus discos hablan por sí solos.

Mastodon son la cabeza visible del metal contemporáneo. El cuarteto estadounidense significa dentro del género lo que Metallica significaba en el final de los 80 y primeros 90. Mastodon se ponen en marcha en 2003 con «Remission» y casi sin dar respiro, un año más tarde, cae «Leviathan». En clase giran la cabeza hasta los más despistados. Mastodon suenan raros y huelen a azufre. Nadie sabe qué esperar de la siguiente canción cuando ya resulta complicado prever qué pasará en los siguientes diez segundos. La velocidad del thrash, la contundencia del death y el cuerpo del metal de los 90 eran las bases. Pero había mucho más. Partían de Black Sabbath, como todos, pero pervertían el camino con suciedad y bruscos zigzageos. Arranques de southern rock, complejos desarrollos progresivos y atmósferas viciadas hacían el resto.

Apuntaban a mucho y nunca han decepcionado. En 2006, llega «Blood mountain» a modo de confirmación y paso hacia delante. La banda pule el diamante y se prepara para el asalto definitivo: «Crack the skye» (2009). En él, Mastodon casi deja de ser un grupo de metal con toques progresivos para ser un grupo progresivo con toques metálicos. El acabado sigue siendo brillante.

Codo con codo en la cima con Mastodon se encuentran Down, súper grupo en el que confluyen Phil Anselmo (Pantera) y Pepper Keenan (Corrosion of Conformity), celebridades metálicas de la anterior década que han puesto en circulación tres poderosos discos: «Nola» (1995), «II» (2002) y «Over the under» (2007). Más clásicos y sabáticos, Down se la juegan con éxito a sus principales bazas: la voz de Anselmo y las composiciones de Keenan.

Con un poco de Black Sabbath y Motorhead entran por la puerta High On Fire. En «Blessed black wings» y «Death is this communion», sus obras capitales, el trío evoca bastos parajes cubiertos de lava y ceniza. Con más músculo que cabeza, la experiencia con HOF puede llegar a ser abrasadora. Quizá allá donde termina HOF, empieza Opeth. La banda sueca partió del death metal para acto seguido, adentrarse en el doom. Pronto empezó a flirtear con elegancia con el rock progresivo. En 2001, Opeth llega a otro estadio con «Blackwater park» y con «Deliverance» (2002) y «Ghost reveries» (2005) muestra que ya han alcanzado la plenitud. El reciente «Watersheed» continúa en la brecha. También de Suecia salieron un buen día In Flames para convertirse en la banda más importante de death melódico del planeta. El género les pertenece, pero ellos, lejos de apoltronarse, han buscado una evolución inteligente y digna que, con cada nueva entrega, los coloca entre los mejores y más seguidos del mundo metálico.

En esta mano ganadora no podían faltar Lamb Of God y The Sword. Los primeros son considerados por muchos los Pantera del nuevo milenio y éstos les siguen el juego facturando riffs infernales como si sus guitarras fuesen motosierras. The Sword (La espada), por su parte, son los más clásicos del lote. Reyes del exceso y calados hasta los huesos por la leyenda de Black Sabbath, The Sword son la banda sonora ideal para romperse las cervicales a los mandos de un utilitario. Tanto «Age of winters» (2006) como «Gods of the earth» (2008) no dejan un segundo de respiro ni un solo orco de pie.

Euskal Herria también tiene espíritu metálico de nueva hornada gracias a Gojira, Loan y Rhino, entre otros. En el caso de Gojira, «The way of all flesh» los ha puesto en primera línea internacional. Los de Baiona han logrado despuntar gracias a un sonido enredado deudor del metal progresivo y el death metal.

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