La mujer del cacique
«Arráncame la vida»
Roberto Sneider ha sacado adelante la producción más cara y ambiciosa de la historia del cine mexicano, contando con la fotografía de calidad de nuestro Javier Aguirresarobe para recrear el caciquismo de los años 30 y 40. Fue seleccionada por su país para el Óscar a la Película de Habla No Inglesa, tras copar los premios nacionales más importantes.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
El cine mexicano se ha colocado a la cabeza mundial gracias a una serie de talentos individuales, entre los que figuran Carlos Reygadas, Amat Escalante, Enrique Rivero, Alfonso Cuarón, Guillermo Del Toro, Alejandro González Iñárritu o Guillermo Arriaga. Entre ellos podría estar también Roberto Sneider, que en 1995 destacó con su ópera prima «Dos crímenes», en la que hacía una disección de la violencia de su país recordando que el México rural puede ser tan o más violento que el urbano.
Pero este prometedor cineasta se ha ido decantando más hacia la producción, porque una industria nacional no solamente vive del talento de sus realizadores, y hace falta crear infraestructura. Sneider participó activamente como productor en el proyecto internacional «Frida», que fue dirigido por Julie Taymor y protagonizado por Salma Hayek junto a Alfred Molina. Después de esa experiencia, su siguiente paso ha sido el afrontar la creación de la gran película mexicana, nacida incluso para situarse por encima de quienes hayan podido estar detrás de ella.
Según algunas fuentes, «Arráncame la vida» ha venido a costar unos seis millones y medio de dólares, una cifra que es considerada muy humilde al otro lado de El Paso, pero que convierte a la realización de Roberto Sneider en la más cara de la historia del cine mexicano.
Ni qué decir tiene que la respuesta del público en el país azteca ha sido directamente proporcional a la cantidad invertida, motivo por el que la película fue elegida oficialmente como representante en la carrera por el Óscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa. Por extensión, triunfó en los premios nacionales, aunque con mayor contundencia en los CANACINE, con cuatro estatuillas a la Mejor Película, Mejor Actor (Daniel Giménez Cacho), Mejor Actriz (Ana Claudia Talancón) y Mejor Director (Roberto Sneider). En los Ariel, en cambio, se llevó la parte técnica (Vestuario, Maquillaje y Dirección Artística), además de Mejor Guión Adaptado (Roberto Sneider, sobre la novela de Ángeles Mastretta). Son reconocimientos más que suficientes para dar una idea aproximada del potencial de lo que se puede considerar dentro de su mercado interior como una lujosa superproducción.
Labor social
Con ser una película importante, «Arráncame la vida» lo es más por su labor social, porque conecta a la actual población mexicana con las raíces de la corrupción a la que se ha visto sometido su sistema político desde que la Revolución instauró en el poder al partido institucional. Sneider recupera la tradición del melodrama mexicano de los años 30 y 40, al que se enganchó Buñuel por razones de su exilio, a la vez que repasa la lucha por el poder durante esa época como una historia de víctimas y verdugos. Para llevar a cabo este doble objetivo, ha contado con la extraordinaria base literaria de la novela de Ángeles Mastretta, ganadora del Premio Mazatlán en 1985, y que supuso su consagración como escritora. Luego vendría la colección de cuentos autobiográficos «Mujeres de ojos grandes», dedicada a las damas de su familia; así como su otra novela famosa, «Mal de amores», con la que obtuvo el Premio Rómulo Gallegos en 1.997.
Ángeles Mastretta firmó un contrato mediante el cual cedía los derechos de su libro y se mantenía al margen de la adaptación cinematográfica, pero no fue capaz de cumplirlo en esos términos, y terminó implicándose en la producción, hasta convertirse en la mejor asesora del director. Ella tenía la documentación histórica en sus manos, en cuanto conocedora del verdadero perfil del protagonista masculino. Nunca ha ocultado que, para crear a Andrés Ascencio, se inspiró directamente en el personaje real de Maximino Ávila Camacho, un militar revolucionario que se instaló en el poder a perpetuidad como dictatorial gobernador de Puebla, puesto del que únicamente se apartó cuando quiso optar a la presidencia del país. Pero quien accedió a ella, relevando al presidente Cardenas, fue su hermano menor Manuel. Nunca aceptó esa jugada del destino, pues se consideraba con más derecho por ser el primogénito de la familia y por considerar a su hermano demasiado blando para ejercer tanto control sobre el pueblo. Su muerte en extrañas circunstancias nunca fue aclarada, dado que enemigos políticos no le faltaban por lo hostil que había sido con los cardenistas desde su posición derechista. Este vacío lo aprovecha Mastretta en la ficción para apuntar hacia su mujer, y de ahí surge la figura de Catalina.
Catalina representa a la chica inocente de provincias que se casa con quince años con el poderoso militar, creyendo que será su pasaporte para vivir una vida de novela en los círculos influyentes de la sociedad. No tarda en comprobar que su marido la quiere como una más de sus posesiones, lo que la empujará a desarrollar en silencio una latente rebeldía a medida que va tomando conciencia social. Por oposición al dictatorial esposo, se acabará identificando con los más débiles, encontrando su alma gemela en un joven director de orquesta que lucha contra el caciquismo.
A la internacionalísima Ana Claudia Talancón, le toca interpretar de forma creíble la transformación de la protagonista femenina, la cual pasa de niña a mujer de golpe, forzada por las circunstancias. Más difícil todavía resulta reivindicar el espacio de la mujer dentro de una sociedad tan machista como la mexicana en la primera mitad de siglo pasado, para lo que se debe mostrar más sutil e inteligente que su brutal adversario.
El carácter despiadado del gobernador de Puebla se forjó en la Revolución, donde dio rienda a sus instintos criminales y consiguió por la fuerza su privilegiado puesto. Para no centrarse únicamente en el perfil de Maximino Ávila Camacho, el actor Daniel Giménez Cacho ha preferido tomar rasgos prestados de otros de los muchos caciques mexicanos, sobre todo del general Gonzalo N. Santos, quien también fue revolucionario para luego acomodarse como gobernador de San Luis Potosí. Era una mala bestia con unos rasgos aún más llamativos, haciéndose tristemente famoso por los tres «ierros» con los que marcaba a fuego a sus víctimas y que eran: enc-ierro, dest-ierro y ent-ierro.
El meterse en el pellejo de alguien así le ha costado a Daniel Giménez Cacho muchos sudores, empezando porque tuvo que engordar unos quince kilos para el papel. No parece que estos cambios efectuados por cuenta y riesgo del actor hayan incomodado a la autora del libro, la cual ha bendecido la versión cinematográfica de Roberto Sneider admitiendo las diferencias existentes de buen grado, pese a que no ha ocultado que ella modificaría algunas aspectos del montaje final. Este tipo de proyectos ambiciosos han de aunar voluntades, máxime cuando se trata de vencer las limitaciones propias de una industria cinematográfica tan pobre en lo material pero tan rica en talento como la mexicana.
Ana Claudia Talancón ha conseguido consagrarse internacionalmente antes de cumplir los treinta años, gracias a que empezó muy pronto a adquirir experiencia en los seriales televisivos mexicanos. El éxito cinematográfico le llegó con «El crimen del padre Amaro», película seleccionada para el Óscar, y donde formaba pareja con Gael García Bernal. No tardó en cruzar la frontera y ser descubierta por el independiente Richard Linklater en «Fast Food Nation», terminando en Hollywood para la adaptación de «El amor en los tiempos de cólera». Ahora aparece en «Días de ira» al lado de Laurence Fishburne.
M. I.
El director de fotografía es el eibarrés Javier Aguirresarobe, que se consagró con su trabajo en «Los Otros» y «Mar adentro». Los premios que destacan en su carrera son varios Goya, por ejemplo, con «Soldados de Salamina».
La autora de la novela en la que se basa la película siempre ha reconocido que, para crear al personaje de Andrés, se inspiró en Maximino Ávila Camacho, un militar revolucionario que fue dictador de Puebla.