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Eszenak

Escribir a ciegas

Josu MONTERO

Escritor y crítico

13.15. Todos los tripulantes de los compartimentos sexto, séptimo y octavo pasaron al noveno. Hay 23 personas aquí. Tomamos esta decisión como consecuencia del accidente. Ninguno de nosotros puede subir a la superficie. Escribo a ciegas». Esta escueta nota fue hallada en un pedazo de papel en el bolsillo de un oficial del Kursk, el submarino nuclear ruso que, en agosto del 2000, se fue al fondo del ártico Mar de Barens tras sufrir una explosión a bordo. En el bolsillo, por tanto, de un cadáver, de uno de aquellos 118 muertos, todos los tripulantes de la nave, muchos de ellos supervivientes abandonados a su suerte y a una muerte lenta, ya que las autoridades rusas -militares, por supuesto- no permitieron la ayuda de ningún submarino extranjero.

En un artículo titulado «Literatura», Juan José Millás hablaba hace ya años de este breve texto como paradigma de lo literario: lo que no dice ocupa más que lo que dice; la contención, la fría exactitud, la extrema economía narrativa y la ausencia de patetismo lo hacen absolutamente turbador, venía a decir Millás. En efecto, a pesar de saberse condenado, ese hombre no nombra la desesperación ni el pánico; la objetividad notarial de su prosa resulta estremecedora por lo que vela, por lo que calla y al mismo tiempo grita. Millás encontraba también en este texto náufrago la respuesta a la vieja pregunta: para qué sirve la literatura. Sirve para contarlo. Y más aún, si cabe, el teatro. A pesar y por encima de todo, el creador escénico está poseído por la necesidad de contarlo. Dos espléndidos ejemplos de esta imperiosa necesidad son sendos creadores escénicos italianos que han pasado fugazmente por el Estado español este mes de julio -plagado por doquier de Festivalesdeteatroclásico-: Pippo Delbono y Romeo Castellucci; pero de ellos hablaremos otro día, porque ahora estamos en lo más profundo del gélido Mar de Barens.

La asfixiante atmósfera de las entrañas de un submarino es el espacio al que el grupo teatral inglés Sound & Fury conduce a los espectadores de «Kursk»; una pequeña sala sin escenario ni butacas, en la que nos convertimos en mudos tripulantes al lado de los actores de un mundo de tinieblas y silencio. Pero para tomar distancias con lo melodramático y poder observar el horror desde su justo lugar, no nos encontramos en el Kursk, sino en un submarino nuclear británico cercano al ruso y que ha acudido tras la explosión en su imposible auxilio. No vemos la lenta agonía de los marinos de la nave rusa, pero la oímos, la espiamos impotentes a través de una penumbra acongojante y de un silencio sólo quebrado por extraños sonidos y por voces lejanas. La próxima, pero absolutamente distante tragedia del dolor ajeno. Nuestro pan de cada día. Asistimos también a la humanísima vida cotidiana de los marinos de la nave británica, más suciamente humana en contraste con ese mundo inhumano y casi perfecto de sofisticación tecnológica. «Escribo a oscuras». «Kursk» se ha podido ver en una de las más emblemáticas salas de Londres, el Young Vic Theatre.

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