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Esperanza y sufrimiento en un balneario convertido en prisión

«Izarren argia», el primer largometraje dirigido por Mikel Rueda, concluye hoy su rodaje en el Fuerte de Guadalupe, en Hondarribia. Tras seis semanas de intenso trabajo, el proyecto de este joven cineasta comienza a tomar cuerpo. Por delante le quedan varios meses de trabajo para montar una historia de esperanza que relata las diferentes realidades de un grupo de mujeres que estuvieron encerradas en el antiguo balneario de Saturraran, convertido en prisión.

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Ariane KAMIO | HONDARRIBIA

El casi invisible Fuerte de Guadalupe ha servido de «escondite» en las últimas semanas de rodaje de «Izarren argia», ópera prima que Mikel Rueda. Una veintena de mujeres figurantes pasa las horas entre escena y escena en una mesa de comedor que simula una de las estancias de aquel balneario-cárcel de Saturraran.

Los técnicos ultiman los detalles y el director no para de dar vueltas en su intento de controlar todos los rincones que ocupa su primer largometraje. Cuando visitamos el rodaje, apenas quedan unos días para que finalice, y la presión por dejar todo terminado aumenta por momentos; una vez más, en el cine el tiempo es oro. Sin embargo, se sigue respetando el parón para el bocata, y aprovechamos para arrebatar cinco minutos a Mikel Rueda y conocer cuáles son sus sensaciones en la última fase del rodaje.

Agotado por la «contrarreloj» de las últimas semanas, se mostró contento con el trabajo realizado, pero apenado por no haber tenido más tiempo para grabar una película «tan potente», una situación que exige «estar con mil ojos, completamente atento, con los cinco sentidos en marcha». «La máquina tiene que estar perfectamente engrasada, todo tiene que funcionar a la perfección porque, a la mínima que algo falle, ya es un retraso más», apostilló.

Rueda se ha rodeado de un elenco de intérpretes en el que han sido superiores las mujeres. De los veinticuatro actores que forman el reparto, solamente tres son hombres. «Para mí era un reto trabajar con tanta mujer, y con mujeres de tanto peso. Hicimos un casting muy potente que duró mucho tiempo. Estuvimos dos meses haciendo el casting, con pruebas muy exhaustivas, con muchas pruebas, casi parecía `Operación Triunfo' -bromeó-. Pero al final estoy muy contento, porque todas trabajan muy bien».

Rueda cuenta con Barbara Goenaga (Victoria) como protagonista; sin embargo, su objetivo es lograr una película coral, que cuente las historias personales de otras mujeres. Con el contexto histórico de entre los años 1938 y 1940 como telón de fondo, «Izarren argia» -que se rueda completamente en euskara- desgrana los orígenes de cada una de las presas y fundamenta la razón de ser de la cárcel en las teorías del militar Nájera Vallejo, quien defendía que, separando los hijos de las madres comunistas, conseguiría erradicar la lacra del comunismo.

Diferentes realidades

Dentro de ese «abanico», sin embargo, existieron realidades bien distintas y personas que, sin tener una ideología determinada y sin ser «luchadoras» de pimera línea, se vieron encerradas entre las paredes del antiguo balneario de Saturraran. Rueda se ha valido de un amplio elenco de actrices que, aunque asuman papeles secundarios en el filme, crean un círculo de sentimientos entrelazados. gara ha podido hablar con tres de ellas; tres personajes que residen en el mismo lugar, bajo tres perspectivas diferentes, bajo tres percepciones diferentes. Clara Badiola, por ejemplo, se adentra en la piel de Emelina Caballero, una mujer real, que vivió en primera persona las atrocidades registradas en aquella cárcel femenina. «Emelina es una mujer muy dura -explicaba-, muy comprometida ideológicamente, ex miliciana y dinamitera». Cuando ingresa en prisión, se encuentra con realidades muy diferentes y con personas que no tienen una ideología definida y que están encerradas por ser mujeres de republicanos o maestras de algún pueblo de alrededor. En una situación de ese calado, «Emelina es la que encabeza ese espíritu revolucionario e impulsa la solidaridad y la necesidad de hacer algo entre sus compañeras».

Sin embargo, bajo ese «bloque de hierro», se esconde una mujer con gran sensibilidad. Emelina Caballero fue encarcelada tras perder un hijo en la guerra y «muestra una gran dureza para esconder el dolor que lleva por dentro. No obstante, cuando la conoces, aflora una persona muy buena. Es muy amiga de sus amigas, siempre está dispuesta a ayudar... Ella cree en la justicia y por ello es un icono de la dignidad», aseguró la actriz. En una situación parecida a la suya, pero sin entender muy bien por qué está en la cárcel, se encuentra Jesusa, madre de un niño de cuatro años y mujer de un republicano fusilado antes de que fuese encarcelada. Encarnada por Amaia Lizarralde, Jesusa comienza a posicionarse ideológicamente dentro de la prisión, al ser consciente del trato que reciben por parte de las monjas que gestionan el recinto. Al ser testigo de ese sufrimiento, Jesusa se plantea si ese es un buen lugar para su hijo. «Para una madre lo más importante es su hijo, su bienestar es la prioridad ante todo. Ella se da cuenta de que la vida en la cárcel no es la más apropiada para el pequeño; no tienen un lugar digno para dormir, casi no les dan de comer...», explicó Lizarralde. Con el paso del tiempo, las monjas plantean a Jesusa la posibilidad de dar en adopción a su hijo a una familia que estaría dispuesta a acogerlo. «Con un panorama verdaderamente difícil, al final decide entregarlo. A partir de ese momento, Jesusa no consigue levantar cabeza y convive con sentimientos totalmente opuestos, que le lleva a pensar que ha abandonado a su hijo y que, por otra parte, ha hecho lo mejor para que pueda seguir viviendo».

Tras recalcar que muchas de las historias «que son de la época de mi madre» son todavía desconocidas, Lizarralde, con lágrimas en los ojos, aseguró que la peor escena que ha grabado en el rodaje fue el momento en que notifican a Jesusa mediante una carta que su madre ha fallecido. «Al fin y al cabo es una persona que está sola y no puede hacer nada. Esta película exige llegar a un nivel emocional muy alto», argumentó la actriz que, tras finalizar hoy el rodaje en Hondarribia, viajará a Madrid para iniciar un nuevo proyecto televisivo.

Al otro lado de la barrera, en una situación poderosa y de total impunidad, se encuentra Teresa Calo, que encarna a una de las monjas más mezquinas de la cárcel. «Soy mala, muy mala, soy una mujer perversa. Al principio no parece difícil interpretar a este personaje pero en este género tan orgánico cuesta bastante hacer las cosas desde dentro», dijo. A su juicio, simbolizar que estás sufriendo algo es una tarea árdua, «pero sabes de dónde sacar ese sentimiento, porque ya lo has vivido alguna vez». Sin embargo, «interpretar de manera natural un sentimiento tan malvado es un trabajo aún más difícil».

Calo explicó que se sentiría más «liberada» si interpretase este papel en un culebrón donde «todo es mentira y disfrutas mintiendo como cuando juegas al mus». «En este caso es diferente, a tu alrededor hay actrices que están sufriendo y, en este contexto, sacar ese veneno de tu interior requiere un nivel de concentración muy alto», apuntó. Tras confesar que en algún momento se ha sentido incómoda interpretando a este personaje, dijo que ha tenido que «crear una barrera» para poder hacer su trabajo. «Normalmente el trabajo de los demás te ayuda mucho; si ves la carita de alguien o algo que te inspire, ya está, tienes la mitad del trabajo hecho. En este caso, sin embargo, tienes que construir un muro para que los sentimientos que interpretan las demás no te afecten, y te quedas muy sola», afirmó.

MIKEL RUEDA

«Era un reto trabajar con tanta mujer y con mujeres de tanto peso. Hicimos un casting muy potente que duró mucho tiempo. Estuvimos dos meses haciendo el casting, con pruebas muy exhaustivas; casi parecía `Operación Triunfo'».

TERESA CALO

«Normalmente el trabajo de los demás te ayuda mucho; si ves la carita de alguien o algo que te inspire, ya está, tienes la mitad del trabajo hecho. En este caso, sin embargo, tienes que construir un muro para que los sentimientos que interpretan las demás no te afecten, y te quedas muy sola».

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