Manuel Velasco Valladares Secretario general de la CGT en Nafarroa
Libertad versus Autoridad
A un compañero de nuestro sindicato, al albur de la «Ordenanza de Civismo» (según reza el boletín de denuncia), se le ha impuesto una multa de 150 euros por arrojar octavillas en la vía pública.
Sucedió el 21 de mayo, en el transcurso de los piquetes que formamos con motivo de la jornada de huelga general. Él no fue el autor, pero un agente lo responsabilizó como tal. No obstante, cuando los y las trabajadoras, afectadas por EREs, precariedad creciente, economía sumergida, riesgo de expulsión por no tener trabajo, amenazas de volver a abaratar el despido... salen a la calle en legítima protesta, la prioridad de quienes nos metieron en esta vorágine de crisis capitalista se dirige a impedir la libre expresión, a la vez que poner zancadillas (económicas y policiales en este caso, puesto que ese mismo día se nos impidió también concentrarnos en la Plaza de las Merindades), a quienes se atreven a levantar la voz.
No permitir la difusión de octavillas en una jornada de huelga general supone un estrechamiento de las libertades sindicales y sociales que hemos conquistado a través de tantas luchas populares. Someter las aspiraciones y propuestas de los y las ciudadanas al llamado «civismo» es vergonzante y muy poco democrático.
El «civismo» que gasta este Ayuntamiento de Iruñea es muy particular. Semanas antes, en un acto de allanamiento y robo con premeditación y alevosía, alguien trepó hasta el balcón de nuestra sede para arrancar una pancarta alusiva a la necesidad de huelga. ¿Dónde estaba entonces la Policía? Pues seguramente, uno aguantando la escalera, y el otro tirando de pancarta.
Esta pancarta debía desaparecer pues incívicamente nos entrometíamos en el transcurso de los pasos de Semana Santa. Dudamos que la cera caída de los cirios a la acera haya supuesto sanción alguna. Sería tan ridículo como multar a Melchor por arrojar caramelos al suelo, por incívico e insalubre. De hecho, resulta tan ridículo como multar a un huelguista por participar en un piquete en el que se difunden octavillas.
Pasarán los siglos, y cuando se vuelva a excavar una vez más en las calles de nuestra ciudad, se encontrarán aquellas famosas camisetas con alusiones a la violencia y simbología neonazi que distribuían miembros de nuestra Policía Municipal. Entonces se revisarán las actas de los plenos municipales y se comprobará cómo nuestra clase política contemporánea no hizo nada para frenar el abuso y la prepotencia de «nuestros muchachos», en total connivencia de medios y fines.