El danés Anders Fogh Rasmussen es, desde ayer, el nuevo secretario general de la OTAN en sustitución del holandés Jaap de Hoop Scheffer, que el jueves dejó el cargo tras cinco años y medio de mandato. La asunción del cargo por parte de Rasmussen coincidió con el registro de cuatro nuevas bajas de la Alianza Atlántica en Afganistán.

Está previsto que el ex primer ministro danés, fiel aliado de George W. Bush, tenga su primera toma de contacto con la sede de la OTAN, y que el martes presida su primer Consejo Atlántico, el máximo órgano decisorio de la organización.

Los dirigentes de la Alianza designaron formalmente a Rasmussen el pasado abril durante la cumbre de Estrasburgo-Kehl, un nombramiento que estuvo a punto de verse empañado por las objeciones del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, crítico con su comportamiento durante la crisis por la publicación de una caricatura de Mahoma en Dinamarca.

La actitud de Rasmussen entonces defendiendo la libertad de expresión suscitó un clamor de indignación en el mundo musulmán. Ayer, en una entrevista a un diario danés, el nuevo secretario general de la OTAN afirmó su voluntad de tender la mano a los países musulmanes y al hacer referencia a la misión de la Alianza Atlántica en Afganistán declaró que «soy el dirigente de una alianza que protege a los musulmanes contra la opresión», y abogó por el diálogo con los talibán moderados.

Para Rasmussen, la misión de la OTAN es «crear seguridad y garantizársela también a los musulmanes».

No comparte esa opinión la insurgencia afgana que ayer volvió a causar bajas en las filas de las tropas ocupantes extranjeras. Cuatro soldados de la OTAN, un francés y tres estadounidenses, perdieron la vida en diferentes acciones. El militar francés murió durante los combates entre un contingente de más de 200 soldados franceses, estadounidenses y afganos y un grupo de insurgentes en la provincia de Kapisa. Los tres estadounidenses fallecieron a raíz de la explosicón de dos artefactos caseros en Kandahar.