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Clásica de Donostia

Tesón y picardía permiten a Barredo levantar los brazos

El asturiano, muy batallador, ganó la guerra de nervios con Roman Kreuziger en los últimos metros.

Amaia U. LASAGABASTER | DONOSTIA

Entrenamiento, alimentación, rodaje, planificación... Y en el momento de la verdad, piernas, tesón, cabeza y una pizca de fortuna. La victoria se fragua sobre muchas pequeñas batallas y ayer Carlos Barredo las superó todas para acabar proclamándose ganador de la 64ª edición de la Clásica de Donostia.

El corredor asturiano se adjudicó el cuarto y más importante triunfo de su periplo profesional, tras 237 kilómetros de carrera endurecidos por la lluvia que acompañó al pelotón durante buena parte de la jornada y la guerra desatada en el tramo decisivo. Unos últimos kilómetros en los que Barredo se movió siempre entre los mejores. Y eso que se fue al suelo en el descenso de Jaizkibel. Pero se levantó, atacó, le cazaron, volvió a probar y superó su último test, la particular guerra de nervios con Roman Kreuziger, que culminó con el ciclista de Quick Step levantando los brazos en línea de meta. Coraje, picardía y premio.

Seis horas antes, la prueba arrancaba con el sol luciendo en el horizonte, el pelotón digiriendo aún el positivo de Mikel Astarloza y, finalmente, sin Alberto Contador en la línea de salida. Sí partía el resto de favoritos, aunque control de firmas y autógrafos al margen, se mantuvieron en un segundo plano hasta bien avanzada la prueba -aunque algunos, como Andy Schleck o Jurgen Van den Broeck, ni siquiera llegaron a ese extremo y echaron pie a tierra a mitad de carrera-, respetando el guión habitual: fuga de peones en los primeros kilómetros.

Fueron 18 los hombres que se marcharon, con Txente García y Gorka Izagirre como representantes locales, en las inmediaciones de Garate y abrieron camino durante un buen tramo, alcanzando ventajas de hasta cinco minutos y medio. Por detrás costó que llegase el acuerdo, aunque el trabajo de Euskaltel y Bouygues, sin corredores en la escapada, empezó a reducir distancias hasta casi anularlas en los pies de Jaizkibel. El puerto más severo de la jornada, aún más por la peligrosidad de un descenso que propició varios sustos, también asumió su papel: se endureció el ritmo descartando a los más débiles y llegaron los saltos rompiendo la carrera en varios grupos.

Definitivo

Arkale, a sólo 15 kilómetros de meta, despejó aún más el panorama, aunque las distancias, mínimas, complicaban las apuestas: César Barredo y Luis León Sánchez arribaron a Donostia con apenas 16 segundos sobre Kim Kirchen, Roman Kreuziger y Pierrick Fedrigo, y menos de medio minutos sobre el reducido pelotón de favoritos, en el que ya no se encontraba Samuel Sánchez, víctima de calambres.

Hubo abrazo entre los cinco de arriba, momento que aprovechó Kreuziger para saltar, con sólo dos kilómetros por delante y el pelotón pisando los talones al grupo cabecero. Carlos Barredo tuvo piernas para unirse al intento del checo, frialdad para dejarle trabajar y chispa para saltar con garantías de triunfo en el último suspiro.

Entre los nuestros, Rubén Pérez (Euskaltel) fue, con su novena plaza, el mejor clasificado en línea de meta, mientras Gorka Izagirre (Contentpolis), veía premiada su participación en la fuga del día con la txapela de las metas volantes.

PINCHAZO

La mayoría de los grandes favoritos no cumplió con las espectativas. Sobre todo Andy Schleck, Óscar Freire y Jurgen Van den Broeck, que ni siquiera llegaron a línea de meta.

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