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Juan Carlos Pérez Alvarez Licenciado en Ciencias Políticas

Patxi López y su legitimación mediática

 

Marshall McLuhan, uno de los primeros teóricos de la comunicación, solía referirse a que el marketing puede comerse la actividad política real lo mismo que a lo largo del siglo XX el comercio mundial había ido suprimiendo buena parte de las economías productivas reales en el mundo. Patxi López pretende distinguirse como uno de sus seguidores en sus primeros 100 días de toma del poder.

Para contar una verdad sólo se necesita un buen contexto, creíble, una historia con una narrativa convincente, la puesta en escena y que los intervinientes le pongan un poco de entusiasmo en lo que hacen, y ya tenemos lo necesario para salir en el Teleberri o en las noticias de los periódicos todos los días. Más si cabe si hay amigos que te pueden echar una mano en la generación de noticias, como es el caso de Zapatero, o sus aliados Sanz, el presidente foral, o Miguel Ángel Revilla, de Cantabria.

Últimamente se trata de convencer a la sociedad de que en el tema de la crisis la unidad es absolutamente necesaria. Pero claro, no es posible una unidad de criterio entre aquella izquierda que ve en la crisis una oportunidad de afianzar los derechos económicos de los ciudadanos, de sustentar el estado del bienestar y dar contenido a los servicios públicos de calidad, por un lado, y los intereses de aquella derecha que ve en la crisis una oportunidad de desregularizar el mercado, continuar con las privatizaciones y liquidar lo que queda de bienestar colectivo en la sociedad, por otro lado, en un momento en el que además se ha visto claro que a la patronal española le gusta privatizar las ganancias, pero socializar las perdidas. Un estado no debería plegarse a esas actitudes de manera tan gratuita.

Tenemos problemas importantes y debemos intentar buscar solucionarlos de manera seria y comprometida, por el derecho de los ciudadanos al buen gobierno y a la buena administración, por el derecho que tienen a que se gestione lo que es de todos con un mínimo de sentido común, y por gente comprometida con el futuro de este país.

Cuando se habla de hipersensibilidades se está recurriendo a McLuhan y su visión del marketing, vendiendo una idea un día y al otro una foto, y así no se puede avanzar en soluciones. Se parece más a la lucha de frases que acuñara el lehendakari Ibarretxe.

Para poder salir de la crisis, en mitad de la generalización, para dotar a nuestra juventud de ese valor añadido que les situé en el mundo y les una con la tierra de la que proceden, les arraigue a una identidad propia, cuestión fundamental en otras partes del mundo, es importante que nuestros políticos tuvieran una visión de conjunto del país, de nuestro pequeño país de vascas y vascos, y al dar cuentas en política económica y de Hacienda, de Agricultura y Pesca, de modelo energético, sanitario, de vivienda, y, por supuesto, educativo. Puesto que nuestra visión propia del mundo, que es el euskara, patrimonio de la Humanidad, sin duda, debe ser potenciado por ser lo propio, nuestro valor añadido, aparte de sustanciar, asimismo, el inglés o el castellano.

El masaje es el mensaje decía McLuhan, una frase que tiene más gracia dicha en inglés. Cuando la sustancia es sustituida por el marketing, cuando la política de innovación para avanzar al futuro se ve relegada por una mera gestión de lo ya existente, orillando aquello que no conviene, bien por convicciones propias o de los socios circunstanciales del actual detentador del poder, este país tiene un problema que deberá solucionar más pronto que tarde. La ciudadanía vasca se merece un Gobierno que no les mienta y que les diga siempre la verdad, que comprenda su idiosincrasia y sea capaz de afrontar los retos del país como tal, con voz propia y decisiones propias, tanto en la esfera social, como en la económica como en la política, evidentemente.

Patxi López hace lo que debe hacer, ahora depende de los demás parar esta vorágine, hacer la reflexión oportuna entre todos y darle soluciones a estas y otras problemáticas, dado que en este espacio entre el momento actual y las próximas elecciones existe un periodo de 20 meses, en teoría libres de sobresaltos, en los que se impone una necesaria innovación y un acto de generosidad por las partes para que las vías hacía la soberanía puedan ser establecidas, más pronto que tarde.

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