GARA > Idatzia > > Eguneko gaiak

CRÓNICA Gasteizko jaiak

Miles y miles de gasteiztarras ayudan a Celedón a encontrar casa nueva

Un año más, con crisis o sin ella, el aldeano de Zalduondo no tuvo problemas para encontrar casa en Gasteiz. Le ayudaron miles y miles de entregados gasteiztarras y visitantes que descorcharon cava, se fumaron un puro y entonaron el himno al glorioso Alavés guiados por Celedón. Comienza la fiesta.

p004_f01_336x176.jpg

Joseba VIVANCO

Los gasteiztarras siguen sin creerse que la bajada de Celedón no tiene nada que envidiar al chupinazo de Sanfermines o que el ambiente callejero, al menos el diurno, no es menos que el de la bulliciosa Aste Nagusia bilbaina. La mejor prueba de que, sin embargo, no hay lugar a la envidia fue una vez más el sofocante orgasmo festivo vivido ayer tarde en la Plaza de la Virgen Blanca, así como el hervidero de idas y venidas en el que hoy, festividad de La Blanca, se convertirá la zona centro de la ciudad. «Soy babazorro, soy vitoriano», reza la canción. «¡Viva, viva, viva, viva Vitoria!», prosigue por si algún gasteiztarra sigue sin estar convencido. La invitación de ayer de Celedón, desde la balconada de San Miguel, a entonar el himno del descendido Glorioso fue la catársis definitiva. «Patateroa naiz eta harro nago», le faltó proclamar.

Restaban aún dos horas para que Gorka Ortiz de Urbina soltara los nervios del estómago, cuando era palpable en la ciudad la abducida peregrinación de las nuevas generaciones de gasteiztarras, confirmando que la tarde del 4 de agosto todas las arterias de Gasteiz conducen a la Virgen Blanca. Armados de bolsas a punto de ceder ante tanta botella «del todo a un euro» -en una sidrería próxima a la plaza la vendían «para llevar» a 7 euros-, accedían al lugar neurálgico de la fiesta, donde cubrirse la cabeza con el publicitario sombrero de paja, color naranja, que tocaba este año.

Algunas decenas de jóvenes ocupaban ya el centro de la plaza pertrechados, los más, con carritos de bedidas, el vendedor de globos ocupaba ya su espacio, las ambulancias de emergencias también... Una hora más tarde casi ya no había sitio. Si los vascos empleáramos tanta energía en los prolegómenos para ligar como para un chupinazo, otra fama de poco conquistadores nos cantaría.

Una hora antes del éxtasis, un camión de bomberos en mitad de la plaza empezaba a refrescar a la multitud con los primeros 3.500 litros de agua previstos para regar a los asistentes. La última vez que se utilizó fue en el caluroso 2003. Y por si alguien se ha olvidado ya, hace 15 años que una galerna saludó con un aguacero este chupinazo. Entre tanto, ondeaban varias decenas de ikurriñas, alguna enseña ecuatoriana, y muchas botellas de espumoso se adelantaban a la hora. En Sanfermines, la plaza del Ayuntamiento es toda una fiesta; en la Virgen Blanca, se monta una fiesta cada diez metros cuadrados, cada cuadrilla, cada grupo de amigos, cada pareja... hasta la hora esperada.

Chupinazo de simbolismos

«¿A que no habías visto tanta gente junta?», le preguntaba una madre a su hijo a pies de las escalinatas de San Miguel. El descorche de botellas no cesa. «¡Cómo lo desperdician! Yo nunca he hecho eso», vuelve a ilustrar a su retoño esta presunta turista catalana. Pero ajena a cualquier atisbo de crisis, la macrofiesta de camisetas mojadas sigue y no para. Vuelan globos, una lata de cerveza, la camiseta de una fémina, una botella de plástico, hay quien se deja verter un litro de Lambrusco por la calva, quien moja un chupa-chups Fiesta en el kalimotxo...

El reloj de la iglesia anuncia la media y la plaza, con la noción de tiempo y hora perdidas, jalea al unísono y empieza, con sus cánticos, a buscar a Celedón una casa nueva. Ahora suenan las seis menos cuarto, y muchos parecen creerse que estamos ante los cuartos de las campanadas de Nochevieja, porque el jolgorio se dispara.

Una fumata blanca se deja ver en la balconada. Es la mecha presta a prender el cohete. Es la hora. La plaza se vuelve como los girasoles al sol. La mecha, en la mano del presidente de la asociación alavesa de Donantes de Sangre, Paco Cintero, chisporrotea y el chupín estalla en lo más alto. Es la hora. Celedón, el muñeco, comienza su descenso de cinco días. En la plaza ¿nubes de evolución? No, es el humo de los puros -que también generan Co2, señor alcalde-.

Un momento cargado de simbolismos. El de anudarse el pañuelo, sea rojo o blanquiazul, el de encender el tradicional puro, el de descorchar las últimas botellas de cava... pero también el de saludar con decenas de corchos al aldeano que vuela, hacer lo propio con los policías municipales que velan las escalinatas, con quienes se asoman a las ventanas -al periodista de la Cope en el mirador que hace cruce con la Correría lo cosieron, literalmente-, otro tanto con las autoridades guarecidas tras la balconada... y tocar al Celedón de carne y hueso.

«Non dago Jon»

Mientras el muñeco desciende sobre la multitud, desde el centro de la plaza le saluda la reivindicación, que no falta en la fiesta. «Non dago Jon», se lee en una pancarta que cuelga desde el monumento a la Independencia. «Euskal Herria nazio bat. Ikurriña geurea da», rezaba otra pancarta, el mismo lema que el portavoz de la izquierda abertzale en las Juntas Generales alavesa, Aitor Bezares, lucía en su camiseta, en la balconada. En ese mismo lugar, representantes abertzales trataban de colocar una ikurriña en la balconada, pero agentes de la Policía Local se lo impedían. No pudieron hacerlo en la plaza, donde ondeaban numerosas enseñas nacionales vascas. Junto a ellas, fotos de presos y banderolas por la repatriación y la amnistia.

El Celedón de trapo llegaba a su destino y segundos después irrumpía el más esperado, Gorka Ortiz de Urbina. Una treintena de blusas y alguna neska acompañaban al aldeano, por tercer año en su titánica singladura. Durante todo el recorrido estuvo seguido de una enorme ikurriña, portada por un miembro de la comitiva blusera. «Cordura», reclamaba él por la mañana. Pero todos y todas querían tocarle, quién sabe si por aquella leyenda de que quien le toca, moja. Pero mojados, pero de sudor, llegaron él y su séquito a las escalinatas en una inacabable travesía que pareció no tener fin. No eran los 300 espartanos de las Termópilas, pero sí los 30 blusas de la Virgen Blanca. «Salta blusa, salta blusa, eh, eh» les quedaban fuerzas aún para entonar, mientras tragaban agua.

Arriba, Ortiz de Urbina anudaba el pañuelo al chupinero y al alcalde, Patxi Lazcoz, y saludaba a la entregada multitud paraguas en mano. Tras los pertinentes goras y vivas a Celedón y la patrona, tras invitar a buscar con él una casa nueva con ventana y balcón, fue el emotivo turno para recordar al Deportivo Alavés. Pronto volverá a Segunda A, prometió, y se lanzó con el himno blanquiazul, que la plaza entera acogió al unísono. Catársis. Otra búsqueda más de piso y despedida invitando a pasarlo bien. No era necesario. Abajo, en la plaza, 30.000 almas, dicen, lo venían haciendo desde hacía minutos, horas...

Y en eso llegaba como una especie de bajón generalizado. ¿Y ahora qué? Pues igual que había llegado, la marabunta se desparramaba por las arterías adyacentes en busca de ese cubo de agua lanzado desde balcones y ventanas, o se dedicaba al tiro del corcho a la vieja de los balcones y ventanas... Y todo mientras las botellas de cristal minaban peligrosamente el suelo de la plaza y los equipos de limpieza arremetían contra la multitud para dejar todo inmaculado.

Hoy, fiesta grande en honor a la «virgen del cambio climático», sí, ésa cuyo origen milagroso nace en una nevada un 5 de agosto de hace siglos en una de las siete colinas que circundan Roma. «No se pueden entender estas fiestas sin pasarse al menos un día por las txosnas», dijo ayer el alcalde, Patxi Lazcoz. Pues a pasarse toca...

Las fiestas viven hoy su día grande

Coincidiendo con la festividad de la Virgen Blanca, las fiestas de Gasteiz vivien hoy su día grande, en el que la ofrenda floral a la virgen, a mediodía, será el acto principal del programa. El más multitudinario se celebrará algunas horas antes, de primera mañana, cuando miles de personas acudan a las calles más céntricas a participar en el rosario de la aurora, organizado por la cofradía de la Virgen Blanca.

También será una cita ineludible el homenaje a la ikurriña, a las 13.15 horas en la Plaza Nueva, así como, poco después, la comida popular que todos los 5 de agosto se celebra en recuerdo de los represaliados políticos vascos.

Ya por la tarde, blusas y neskas serán protagonistas del primer paseíllo, que animará el ambiente por la calles Dato y Florida hasta la plaza de toros.

GARA

Policía Local y autonómica contra la ikurriña

La izquierda abertzale había hecho un llamamiento a llevar ikurriñas a la bajada de Celedón, al igual que la Comisión de Blusas y Neskas, y la tricolor ondeó masivamente en la plaza. Sin embargo, en la balconada de San Miguel, agentes de la Policía Municipal retiraron la enseña nacional vasca que portaban los representantes de la izquierda abertzale en las Juntas Generales. Más violenta fue la actuación de la Ertzaintza, que llegó a romper los mástiles de las ikurriñas que portaban varias personas que se cruzaron con la comitiva oficial que partió del Ayuntamiento tras la bajada. La actuación policial causó momentos de gran tensión.

GARA

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo