Fallece el escritor Pablo Antoñana
Pablo, un escribano de la realidad
Fede de los Rios Columnista
La noche del viernes se nos murió Pablo Antoñana, un navarro de condición bien nacido, no por cuna sino por hechos. Un resistente al olvido de los agravios que los propietarios de esta tierra hacían y hacen a sus gentes. En sus libros conocimos a campesinos, peones y jornaleros, haciéndose visible lo opaco de la historia oficial del Reyno. Las cadenas de Nabarra se mostraron con nuevo significado.
Como a Terencio, nada humano le era ajeno. Por ello, asimismo, combatió al Imperio y se mostró como navarro-palestino. Por ello los paniaguados del pesebre procuraron no pronunciar su nombre. Ahora hablarán sin decir nada. No hay como morirse para que la impostura haga su aparición.
Describió la realidad de unos tiempos y de una tierra. La realidad en la que vivieron hombres y mujeres. Fueron tiempos oscuros, de sacristía y correajes pero, decía Pablo con sorna, en los de ahora no acaba de clarear.
Testigo incómodo de los cambios de algunas de las gentes que aducen adecuarse a los cambios de los tiempos.
Con él supimos que perdimos no una sino varias guerras y, sobre esas pérdidas, asentaron los vencedores la Ley y el Derecho a gobernarnos.
Con fama de escritor solitario, sin embargo, su paseo era constantemente interrumpido por otros deseosos de escucharle. Nunca lo vi solo. Ningún resistente lo está. Él, además, afortunado, contaba con Elvira.