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Crecen las tupidas redes del espionaje francés

El Estado francés intercepta cada año alrededor de 100.000 comunicaciones privadas. El número de llamadas telefónicas, correos electrónicos y mensajes SMS intervenidos con permiso judicial ha aumentado un 440%. Además, en 2008 se efectuaron 5.906 «escuchas de seguridad», a petición de servicios de información como la DGSE (Seguridad Exterior), la DCRI (Seguridad Interior) o la DNRED (Investigaciones Aduaneras) y con el objeto de detectar cualquier ataque a la «seguridad nacional», prevenir las agresiones «terroristas» o resolver asuntos económicos. Estos datos están recogidos en un informe realizado por Claudine Guerrier, investigadora y profesora de Derecho de Telecomunicaciones en la escuela Télécom et Management Sud-Paris, y han saltado al primer plano informativo de la mano del periódico parisino ``Le Figaro''.

Sin menospreciar el trabajo realizado por Guerrier ni restar importancia a los datos en torno al espionaje estatal francés que revela, no cabe duda de que el informe apenas consigue arañar la epidermis del asunto. Si se tiene en cuenta el grado de confidencialidad con la que los gobiernos, y el francés no es una excepción, llevan a cabo estas «delicadas» labores, los 100.000 pinchazos apenas alcanzan el grado de punta en el inmenso iceberg del control que los más secretos y sofisticados mecanismos del Estado ejercen sobre la ciudadanía, con o sin control judicial o de otro tipo, con o sin el conocimiento de la opinión pública. Nadie puede considerarse al margen de las redes de control, puesto que éstas se tienden no sólo sobre quienes el Estado considera «sospechoso», sino sobre todo su entorno relacional. Las inmensas posibilidades que brinda la tecnología abastecen a los archivos del Estado de ingentes cantidades de información y, lo que es más importante, de la posi- bilidad de procesarla en un tiempo operativamente corto.

El citado informe ofrece datos globales sobre la actuación en el Estado francés, y resulta imposible establecer las coordenadas de su aplicación en Euskal Herria. No obstante, no es descabellado pensar que algunos de los puntos más calientes de la frenética actividad del Gran Hermano francés se sitúan en Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa.

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