Lo que consiguió ayer Usain Bolt trasciende a lo deportivo y entra dentro de la épica de las barreras físicas del ser humano. El atleta jamaicano es un ejemplar sin parangón, que en Berlín paró el reloj en los 9.58, pero que dada su edad, 22 años, todavía puede conseguir marcas de difícil superación en un buen montón de años.

Para el Relámpago del Caribe, el 17 de agosto es un día talismán. Con esa fecha consiguió el récord mundial en Beijing y en la ciudad alemana lo rebajó a un límite insospechado. De hecho, en la reciente historia atlética, jamás otro corredor había conseguido reducir en tanto margen un anterior récord. Bolt lo consiguió en nada menos que 11 centésimas, algo inaudito.

Para hacerse una idea de la hazaña del hombre más rápido del planeta, baste señalar que en los tacos de salida todos los participantes firmaban números por debajo de los diez segundos, un hito sin precedentes en la trayectoria de la prueba de velocidad por excelencia.

Sin embargo, la progresión del correcaminos caribeño sobre el tartán les dejó a todos ellos, y en especial a sus inmediatos perseguidores, como atletas que daban la impresión de transitar a cámara lenta. Y eso que el estadounidense Tyson Gay, su principal amenaza, firmó nuevo récord de su país.

Récord también mundialista

La proeza de Bolt sirvió, de paso, para reconocer la progresión del pequeño estado caribeño de Jamaica, el cual hasta el momento no había escrito su nombre en los 100 metros masculinos del libro de los mundiales de atletismo, y conseguir pulverizar también la marca de 9.80 de Maurice Green en la historia de estos campeonatos.

Tras lo visto sobre la pista germana, los más optimistas ya aventuran que el Relámpago logrará bajar de la barrera de los 9.50, algo que parecía imposible hace unos años, pero que ahora no es tan descabellado.