Raimundo Fitero
Supuestos timos
Es muy difícil pasar un día sin encontrarnos con una denuncia sobre los abusos que se producen en algunos concursos televisivos con el uso de las llamadas telefónicas para participar en sorteos, premios u otros reclamos para ganar dinero rápidamente que parece ser la manera más segura de perderlo. En el argot televisivo son conocidos con «Call shows», y se refiere a que se trata de un espectáculo que se completa con las llamadas de los concursantes a los que según se nos indica con frecuencia reiterada se podría decir que se timan o algo parecido, ya que entre que te contestan, te enredan, te pasan, te dejan de pasar a antena, pasan minutos y minutos que hacen subir el coste de tu propia apuesta.
Lo cierto es que hay franjas horarias que están infectadas de estos supuestos timos, y si aparecen es porque deben dar réditos a sus productores, a las cadenas que ceden o alquilan las minutos de emisión y a todos cuantos participan. Es, además, el refugio de algunos defenestrados de los reality, y según en qué parte del mundo uno tenga insomnio se puede encontrar con concursantes de GH en estado vegetativo, famosos por derecho de pernada, reconvertidos de todos los fracasos y nuevos aspirantes a un lugar mediático por insistencia y desparpajo.
Viendo estas ofertas televisivas se llega a una clara conclusión: estamos ante un género, ante un modelo donde lo único que puede variar es el supuesto juego de adivinanzas, el número que se debe marcar para ser expoliado y el tipo de presentador o presentadora que eligen, según tramo horario para embaucarnos. Y aquí hay que matizar mucho, porque está claro que existe un estilo de gritar, de provocar la participación. Es como ver a los feriantes con sus tómbolas, todos iguales y todos diferentes, y aquí lo mismo, las mismas frases, los mismos desplantes. Como esa igualdad acolcha el cerebelo, los más listos buscan exotismo en los que presentan y actualmente en mi TDT veo dos canales con el mismo supuesto timo que lo presenta un ser incalificable. Ella solamente dice, «solusión». Y la solución no llega, pero la silicona se desparrama, avanza para atravesar la pantalla como un avalancha mamaria.