Una película de terror metafísico en clave dogmática
«Anticristo»
¿Loco de remate o genio incomprendido? Esa es la pregunta sin respuesta que quedó en el aire tormentoso tras el rechazo mayoritario con que fue recibida en el último Festival de Cannes la caótica película de terror metafísico «Anticristo», que ha puesto de nuevo al provocativo y mentalmente inestable cineasta danés Lars Von Trier en el disparadero.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
Se podría decir sin miedo a exagerar que Lars Von Trier es el último representante del cine de autor, debido a que ha tensado tanto este concepto que ya no da más de si. El cineasta danés fue seguido con verdadera devoción en sus inicios y se le llegó a saludar como el nuevo Dreyer, hasta que, a raíz de «Los idiotas», muchos le perdieron el respeto. Hoy en día parece ya normal ver parodias televisivas de su figura como la realizada por el humorista Joaquín Reyes en el programa «Muchachada Nui», en la que se puede ver que lleva en la mano el número monográfico que le dedicó en profundidad la revista donostiarra «Nosferatu». Se ha llegado a un punto del todo incierto en el que lo mismo se dice de él que es un genio, como se le tilda de farsante. Está situación confusa se agravó a tenor de la presentación de «Anticristo» en el último Festival de Cannes, donde por primera vez los abucheos generalizados pudieron sobre los aplausos, confirmando una tendencia negativa alimentada por su reciente trilogía norteamericana, a la que en internet han rebautizado de forma burlona como «la trilogía de la tiza».
Los defensores de Lars Von Trier dicen que arriesga mucho, mientras que sus detractores constatan que no ha sabido sobrevivir al movimiento Dogma que él mismo impulsó, y que se autodestruyó por culpa de sus absurdas normas. Su relación con la prensa es tan impropia de un artista que no ayuda mucho a la hora de que el público se lo tome en serio. No acepta las críticas y se autoproclama como el mejor cineasta del mundo, consciente de que pudo serlo pero ya nunca lo será, seguramente debido a su inestabilidad mental. La fama de sus neurosis le precede, al igual que el empeño en compararse con Dios o con Tarkovski, que viene a ser algo parecido para un sufrido espectador europeo. El propio cineasta no ha dudado en hablar de «Anticristo» como resultado de una terapia para salir de una terrible depresión personal, por lo que es lógico que los comentarios posteriores a su visionado hayan sido enfocados en esa dirección. El hombre lleva medicándose desde temprana edad y es lo que, según él, le ha permitido funcionar a pesar del sinfín de fobias que le condicionan en el trabajo, como la ya conocida del pánico a volar, por culpa de la cual no puede rodar fuera del viejo continente. Con «Anticristo» trae a debate la psicología cognitiva, respecto a la que se muestra crítico, aunque sólo sea porque no ha terminado de solucionar su problema y sigue estando atenazado por los mismos miedos que pueblan la película de principio a fin.
Y si se trata de penetrar en los temores más ocultos, ningún género más propicio a ello que el terrorífico, al que Lars Von Trier se acerca de manera transgresora, tal como lo hizo con el melodrama religioso en «Rompiendo las olas», con el musical en «Bailar en la oscuridad» o con la comedia en «El jefe de todo esto». Tampoco es la primera vez que se desliza hacia al fantástico, pues ya lo hizo en «Europa», en «El elemento del crimen», en «Epidemic» y en la serie televisiva «The Kingdom». Pero la filiación de la película dentro del terror se complica cuando uno lee la dedicatoria a Andrei Tarkovski, a no ser que se quiera hablar de un horror metafísico a propósito de «Sacrificio». La crítica, sin embargo, ha emparentado a «Anticristo» directamente con el cine de Bergman, aunque no únicamente en referencia a «La hora del lobo», como sería de esperar, sino más bien pensando en «Secretos de un matrimonio». Toda la primera parte se centra en las tensiones de la pareja aislada en el bosque, y como él es psicólogo pretende someter a una terapia a su mujer para que supere el trauma de la pérdida de su niño recién nacido.
Nietzsche y Strindberg
Eso en cuanto al poso cinematográfico, ya que, en lo literario, siempre habrá quien quiera ver en el título un punto de partida en la obra homónima de Nietzsche, que fue libro de cabecera del joven Lars Trier, cuando todavía no se había puesto el rimbombante «von» artístico. No obstante, el cineasta cita a August Strindberg y Edgar Allan Poe como máximas influencias. Lo del segundo es de imaginar que irá por el lado gótico, pero antes de ver la película es difícil precisarlo. En cambio, el encomendarse a Strindberg ha sido la forma que ha encontrado para defenderse de los ataques que «Anticristo» ha recibido de misoginia. Se basa en que el autor de «La señorita Julia» plantea la guerra de sexos, y en nombre de ella quiere representar las marcadas diferencias entre hombres y mujeres. De ahí viene la idea de un terror teatralizado, y que le ha costado reproches a cuenta de un maniqueísmo simplista, al describir al hombre como animal racional y a la mujer como un ser más emocional. Tampoco ha sentado bien en muchos sectores que sea ella la que tenga que soportar la violencia sexual, con la polémica inclusión de una escena de ablación y otra de empalamiento.
El hecho de que muchos enviados especiales al Festival de Cannes mencionaran el término «violencia pornográfica» ha puesto en alerta a la censura de medio mundo, a la que se ha adelantado en plan previsor la productora Zentropa de Lars Von Trier, preparando un montaje con cortes para que la película pueda ser estrenada en mercados puritanos como el norteamericano sin dificultades. Entrar en la estéril polémica de si esas imágenes son gratuitas o no es una pérdida de tiempo, toda vez que el autor es muy libre de incluirlas si lo considera oportuno. Las justifica diciendo que son expresiones liberadas del subconsciente y que no conviene reprimir.
T.O.: «Antichrist».
Dirección y guión: Lars Von Trier.
Producción: Mata Louise Foldager.
Fotografía: Anthony Dod Mantle.
Diseño artístico: Karl Juliusson.
Intérpretes: Charlotte Gainsbourg y Willem Dafoe.
País: Dinamarca, 2009.
Duración: 105 minutos.
Género: Terror metafísico.
«`El anticristo' se aproxima a un grito. Llegó en un momento de mi vida en que me sentía muy mal. La inspiración se encuentra en los miedos de uno. Las emociones nacen allí, pero se vuelven otra cosa».
Una pareja sumida en el dolor se retira a una cabaña perdida del bosque, llamada «Edén», con la esperanza de que el contacto con la naturaleza les cure. Pero las cosas van de mal en peor.
Lars Von Trier fue descubierto por el Festival de Cannes a mediados de los 80, con el inicio de su trilogía europea, cuando «El elemento del crimen» recibió el Gran Premio Especial del Jurado. El mismo que obtuvo la tercera entrega, titulada «Europa» y también conocida como «Zentropa», que es el nombre que toma su productora. Es su trabajo más experimental desde un punto de vista técnico, gracias a que recuperó viejas técnicas de los inicios del cine como la superposición de imágenes, además de utilizar la voz del narrador Max Von Sydow con resultados hipnóticos. La consagración internacional y el reconocimiento del público le llegaron con su posterior «Rompiendo las olas», aunque pronto se quiso desmarcar del éxito alcanzado. Sembró la confusión con el manifiesto Dogma, al que se sumó en el terreno práctico con su controvertida creación «Los idiotas», emparentada con fenómenos televisivos como «Jackass» y los falsos documentales provocadores de Sacha Baron Cohen. Pero su musical «Bailar en la oscuridad», protagonizado por la cantante Björk, le iba valer la Palma de Oro. Dio paso a su trilogía «EE.UU.: Tierra de oportunidades», con «Dogville», «Manderlay» y la próxima «Washington».M.I.
Charlotte nos dió un susto de muerte hace dos veranos, en la época en que tenía que presentar la película de Todd Haynes sobre Dylan «I'm Not There», que sigue inédita en nuestras pantallas de forma incomprensible. Sufrió un grave accidente de ski acuático que le causó un derrame cerebral, del que fue operada con éxito. Antes de eso se la veía feliz junto a su marido Yvan Attal, que la dirigió en la película de inspiración autobiográfica «Mi mujer es una actriz», y donde ambos se interpretaban a si mismos. Sin embargo, ese traumático suceso puede que le haya hecho contemplar la vida de modo diferente, hasta el punto de prestarse a una experiencia terapéutica tan arriesgada como «Anticristo». No dudo de que la Gainsbourg pueda tener miedos que superar, pero lo que nunca ha conocido, desde luego, es el miedo escénico. Su padre ya la animó a aparecer con él en sus shows televisivos desde muy niña, incluso fingiendo actitudes incestuosas. Ser la hija de un genio musical tuvo, no obstante, sus ventajas, porque le enseñó a cantar sin poseer una gran voz, así como a sacar partido de un físico nada privilegiado; aunque por ese lado lo mejor lo heredó afortunadamente de su madre Jane Birkin.M.I.