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Juan Mari Zulaika Informático

La LOAPA en casa, en Ajuria Enea

Además de las soluciones a la crisis que nos castiga, esperan sobre la mesa temas de fondo: el blindaje del Concierto Económico, a retomar en otoño; la discusión sobre la Ley de Territorios Históricos que apuntan algunos socialistas

Desde el inicio, ya en 1982, comprendieron los dos partidos españoles, UCD y PSOE, que el Estatuto de Gernika había sido excesiva concesión. Había que cortarle las alas, no fuera que cogiera vuelo, y consensuaron la famosa LOAPA, Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico. No hay por qué descartar que el Ejército presionara para ello, poco después del Tejerazo. Tan involucionista era, que el Constitucional la retiró por anticonstitucional, lo que en nada mitigó la sensación, en sus autores, de que el Estatuto vasco y el catalán eran un colador peligroso en manos nacionalistas.

Intentaron neutralizar el supuesto privilegio regalando autonomías por todos los cantones. Lo que se denominó «café para todos» pretendía escenificar la igualdad de todas las autonomías en el Estado español. Los dos partidos tenían muy claro que había que embridar al máximo las dos autonomías históricas, por lo que en más de veinte años congelaron las transferencias.

El nuevo Estatuto catalán, aprobado por gran mayoría en su Parlamento, primero fue laminado en Madrid y luego impugnado por el PP, sin ponerse en práctica todavía hoy. El Parlamento Vasco aprobó también un nuevo Estatuto, pero las Cortes españolas se mofaron impúdicamente de él y de su defensor, Ibarretxe.

No contentos con el bloqueo, los dos partidos españoles llevaban muy mal el aire que transpiraban, sobre todo la comunidad y las instituciones vascas, como algo que desentonaba en el concepto de la unidad nacional. La única forma de contenerlo sería arrebatando el Gobierno vasco. Lo intentaron en 2001 el Sr. Oreja con el Sr. Terreros, sin conseguirlo. Tampoco lo lograron en 2005. Es que en una situación de concurso electoral libre de todas las fuerzas abertzales les resultaba del todo imposible.

La oportunidad les ofrecería la Ley de Partidos, el gran invento que está arruinando la democracia. Con la izquierda abertzale ilegalizada, los partidos españolistas superaban por un diputado al resto. No dudaron un instante. La misma noche anunciaron que Ajuria Enea bien merecía una misa. Enemigos acérrimos en España, en Euskadi se aliaron a la conquista de su sueño, echar al nacionalismo del Gobierno. Ahí olvidaron sus prédicas de transversalismo, práctica social al margen de otros principios, sumisión a la voluntad ciudadana, etcétera.

Fue un pacto de estado en toda regla. Era su ocasión para implantar en Ajuria Enea una LOAPA de facto, o sea, la práctica paulatina e incansable de políticas que diluyan las diferencias y hagan asemejar a Euskadi a cualquier otra región española. A eso se refieren con lo del cambio histórico, que no es otro que la marcha atrás, la substitución de los símbolos y valores emancipadores por los de la corona imperial: la bandera española envolviendo Gorbeia y las instituciones; el castellano como la lengua común y única obligatoria; el término Euskal Herria bajo sospecha, proscripto, pese a manifestaciones oportunistas; la entronización de las Fuerzas Armadas y de Seguridad en el Parlamento y en la Casa de Juntas de Gernika; la Ertzaintza supeditada a las fuerzas estatales, empleada para barrer las manifestaciones y los supuestos ámbitos de impunidad, a pelotazos, claro; autorizada para incursiones en Ipar Euskal Herria, pero sin participar en el Acuerdo de Schengen; la transferencia sobre Instituciones Penitenciarias limitada a la responsabilidad sanitaria en las cárceles de la CAV, en ausencia de los presos políticos vascos, negados de todos los derechos; acuerdos históricos -¿o histriónicos?- con los presidentes navarro y cántabro, tan provascos ellos; visitas guiadas a los centros educativos, pero de sólo una parte de las víctimas, excluyendo a las del GAL y la Benemérita; beligerancia del Ararteko en la misma línea; abandono deliberado de las relaciones con la diáspora vasca (no hace falta la consaguinidad para valorar su importancia); pluralidad en EiTB, aunque no más que antes, acompañada de depuraciones y una participación generosa de tertulianos navarros y riojanos, dentro de la demarcación del meteo y, por supuesto, de la misma cuerda, etcétera.

Con lo que amenazaban con el cambio, no ha sido para tanto; pequeños cambios de detalle en el mobiliario político desde Ajuria Enea, mayormente simbólicos y de intenciones: las hojitas del Pacto, las designaciones, algunas fotos y mucho dije-digo-diego. Agotados, necesitan tomar resuello y dejan todo, incluso los gravísimos problemas de la crisis, para después de las vacaciones. El lehendakari abandona el ring.

Pero, ¡ojo! Además de las soluciones a la crisis que nos castiga, esperan sobre la mesa temas de fondo: el blindaje del Concierto Económico, a retomar en otoño; la discusión sobre la Ley de Territorios Históricos que apuntan algunos socialistas. Temas que inciden en el meollo del Estatuto. Aquí surgen discrepancias entre PP y PSE y también el PNV mete cuchara. Pero no olvidemos que la mayoría parlamentaria que les ha otorgado la Ley de Partidos, y puede volverles a otorgar, la detectan los dos partidos españolistas, juramentados a completar desde los dos gobiernos, Madrid-Gasteiz, la labor de zapa que no pudo aquella LOAPA. Y no van a ceder fácilmente.

Esto lo sabe el PNV, aunque lo olvide las más de las veces por su síndrome de poder.

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