La facilidad con la que algunos atletas ganan a sus contrincantes en las pistas se puede considerar como prodigios de la naturaleza, la química, la física y la mecánica. Además de todo ello debe existir una gran fuerza de voluntad, un impulso previo que lleve a esos seres humanos a entrenarse, sacrificarse, desarrollar una parte de su musculatura u otras, a mantenerse en unos regímenes dietéticos específicos y, después de todo ello, esperar que se cumplan los designios meteorológicos. Inmediatamente después de sus logros, y saltándonos olímpicamente todas las sospechas, empiezan los panegíricos, las expresiones cargadas de retruécanos y que abren un espacio imaginario de la heroicidad y de la genialidad.

Esas técnicas propagandísticas, esa literatura un poco totalitaria por lo que tiene de finalista, resultadista y propensa a la magnificación se manifiesta con la misma intensidad para intentar convencer al mundo de una de las grandes mentiras que están sucediendo en este verano. Me refiero a las supuestas elecciones en Afganistán. Vale, admitimos que hay un porcentaje de la población que ha votado. O al menos que ha acudido a unos lugares a introducir unas papeletas en unas urnas, que incluso lo hemos visto, nos han pasado imágenes de mujeres y hombres realizando ese acto, pero ¿eso son elecciones democráticas? ¿Ése era el objetivo de la invasión de un país a cargo de ejércitos de cuarenta y un países, con la OTAN como garantía del pucherazo? Va a ganar el que ha decidido el equipo militar de Obama y sus compinches.

Probablemente se trate, como en Irak y en tantos otros lugares, de ejercer la colonización siglo XXI, que se parece tanto a los modelos de los siglos anteriores, especialmente por la costumbre de colocar a gobiernos que están al servicio de las fuerzas y los intereses de los colonizadores. Cosa que se demuestra no parece sirva para calmar la zona, ni para solucionar nada a los afganos y afganas, pero si uno escucha radios, ve televisiones y lee periódicos puede llegar a un estado de confusión total: estamos ante el gran prodigio: Afganistán es una democracia. Mienten, luego son peligrosos mentirosos.