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Gari Mujika Periodista

El niqui del Ché

Ahora que luce hablar sobre Woodstock, me acuerdo de cuando descubrí a Jannis Joplin, con su "Kozmik Blues". Enfundado en mis cascos, otro chaval, uno o dos años mayor, que conocía de vista, me hizo parar. ¿Ya sabes quién es éste?, me preguntó mientras señalaba su pecho. Era el Ché. Según el ilustrado, un guerrillero «cubano» socialista. Me soltó una sarta de chorradas sólo para dárselas de listo. No dije ni mu.

Esa misma noche, un amigo llegó con las mandíbulas apretadas y la típica vena azul de la frente a vista de pájaro. Llegó indignado porque un conocido le aseguró a su padre que si se afiliaba al Partido, todos los hermanos tendrían cubiertos los estudios en centros privados. No sé porqué, pero me acordé del predicador. Del típico politicucho, prototipo oficinista.

Una de las últimas ocasiones en las que lo he vuelto a ver fue en un colegio electoral, poco antes de votar. Se me hizo raro, pues iba con sus padres. Pero me quedé a cuadros cuando vi que el pater famili hurgaba en la chaqueta y repartía sobres. Y más cuando el rojillo lo cogía, sumiso, vendido.

Y me acordé del Partido. Y pensé que la dignidad no se arrebata, pese a todo, y que sin principios ni convicciones uno también deja de ser un todo. Luego ya se encarga bien la vida de mostrarte cómo funciona, de verdad, sin cortinas.

Como en la vida misma, la profesión de político tampoco está exenta, por desgracia, de eruditos. No hay más que ver la campaña de publicidad de Lakua. No han mostrado imágenes gore que otros no grabaran ya en miles de retinas, pero las licencias criminales que se han tomado al forzar la asistencia hospitalaria de familiares de presos políticos vascos será difícil de olvidar. Eso lo digo hoy, porque durante la semana no he podido retener injusticias más que por horas.

Hoy he abierto el armario y desempolvado un viejo niqui. Uno en cuya fotografía el Ché se fuma un purazo. El médico me tiene prohibido, por la tensión, reformar mi vestimenta al estilo sabiniano, progre elitista y Lacoste opusiano, y me he vestido un jersey alternativo con un lema que hasta el más tonto de este pueblo comprende, por conocimiento y por convicción: Una sombra yace en el suelo, apaleada, gritando: «You can´t».

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