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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Simplezas contradictorias

La simpleza de pensamiento suele acreditarse cuando se pretende camuflar bajo frases más o menos pomposas. En el caso presente, además, construidas con poca habilidad literaria.

Carmen Gurruchaga, en el periódico de la ultraderechona «La Razón», tomaba ínfulas de socióloga este fin de semana: «La sustitución democrática de un Gobierno nacionalista por otro constitucionalista no trae consigo un cambio social automático en el que los etarras y sus secuaces desaparecen y dejan de presionar, amedrentar, chantajear o asesinar; y lo estamos comprobando estos días». Olvida que para lograr la «sustitución» tuvieron que echar del censo a decenas de miles de personas.

Y ahora viene el incienso para los señoritos: «El buen hacer de la Ertzaintza a las órdenes de Rodolfo Ares no impide que los abertzales radicales salgan a la calle a crear situaciones violentas de enfrentamiento con quienes no piensan como ellos, en las que se sienten como pez en el agua. Un día tiene lugar en la Burlada (Navarra) donde insultan y agreden a miembros del PP, otro en San Sebastián, Bilbao o cualquier población diferente en la que los acólitos de ETA, perfectamente organizados, se lanzan a la calle para ejecutar una acción de protesta que había sido previamente prohibida por la autoridad competente». Lo de la «autoridad competente» parece sacado del No-Do, ¿verdad? Lo mejor es que al final resulta que es ETA la gran beneficiaria del «buen hacer» de los hombres de Rudolf: «Y es que éste es el escenario victimista que buscaba la banda para legitimarse ante sus acólitos y ganar nuevos adeptos. También para forzar una negociación con el Gobierno en la que el PNV no tuviera nada que decir, porque ya no estaba en Ajuria Enea. Está claro que quienes se autodefinen izquierda abertzale preferían esta situación política a la anterior, porque tuvieron la posibilidad de mantener al PNV en el Ejecutivo de Vitoria, dirigiendo el voto de sus 150.000 seguidores a la candidatura de Ibarretxe y no lo hicieron. Ahora, los demócratas tienen la obligación de impedir que sus planes resulten exitosos y, de momento, están en ese difícil camino». A la pobre Mamen no hay quien le entienda.

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