Con la muerte de Pablo Antoñana Nafarroa entera, los navarros todos, hemos perdido no sólo a un gran literato, sino a un gran hombre, a un gran navarro. ¡Cómo amaba a Nafarroa! ¡Cómo la llevaba en el corazón! ¡Cómo la sentía!

Cuando nuestros hombres públicos se rompan los cuernos buscando la identidad de Nafarroa, en Pablo Antoñana tienen una referencia entrañable, grandiosa.

No había una noble causa navarra por la que él no luchase con toda su alma, con toda su fuerza, desde el interés por Nafarroa y desde la sencillez y discreción que le caracterizaban. Sin ser un político, allí estaba siempre donde la causa de Nafarroa le requería. Con los típicos distintivos que lo caracterizaban y que tan bien reseñaba.

Suele decirse que donde hay un gran hombre allí está siempre presente una gran mujer; su esposa Elvira ha estado siempre junto a él. Ha merecido la pena, querida Elvira, compartir la vida con Pablo y apoyarle en sus afanes.

A todos sus familiares, mi más sentido pésame, mis supremos respetos y agradecimiento, mi amable y sentida compañía en estos momentos.