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Análisis

Usain Bolt «über alles in der Welt»

El «rayo» Bolt es la avanzadilla de la velocidad jamaicana. Sus siete oros llegaron al sprint. Habría que añadir una octava: la nacionalizada Sanya Richards, que sumó su primer oro en la final de 400.

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Arnaitz GORRITI Periodista

Berlín, 24 de agosto, hora 00.00, sólo vive el rescoldo del dominio de Usain Bolt. Su duelo frente a Tyson Gay no fue tal sino en la final de los 100 metros, y en la misma el estadounidense sólo pudo verlo de lejos. Por lo demás, relucen el doblete de Kenenisa Bekele y el récord mundial de la martillista polaca Anita Wlodarczyk. Los vascos, Naroa Agirre y Mikel Odriozola, no lograron rendir en sus mejores marcas.

Es decir, «Usain Bolt por encima de todo en el mundo». Si hubiera querido, `el rayo' de Kingston se hubiera llevado hasta el himno alemán, adaptado quién sabe si a ritmo de reggae o de ska, pero al parecer se conformó con tres medallas de oro y dos nuevos y estratosféricos récords mundiales, tomando de pleno derecho el relevo del mítico Jesse Owens como estrella principal del Estadio Olímpico.

De paso, los Mundiales de Berlín 2009 han corroborado la necesidad perentoria que tiene Estados Unidos de encontrar un atleta que sea capaz de plantar cara al jamaicano Usain Bolt, el hombre más rápido del planeta. Ya se sabe, no se contentan con ser segundos.

Tyson Gay, tricampeón en Osaka 2007, era el designado como único retador. Pero Bolt no le concedió opción alguna en los 100 metros, donde efectuó su primera demostración: oro y nuevo récord mundial, 9.58. Gay hizo la carrera de su vida (9.71), pero fue insuficiente a todas luces y se tuvo que conformar con hacerse con la plata delante de otro jamaicano, el ex plusmarquista mundial Asafa Powell.

La velocidad estadounidense, antaño avasalladora -y sin que surgieran dudas de su honradez, dicho sea de paso-, sucumbió también en el doble hectómetro. La baja de Gay dejó solo a Bolt, que añadió otra actuación para la historia con nuevo récord del mundo (19.19) y encima un menudo panameño, Alonso Edward, abocó al bronce al norteamericano Spearmon.

Por fortuna para los yanquis -y pena para el resto del mundo- semejante «chollo» ha tocado a su fin, al menos en 2009. Bolt confesaba ayer mismo que «no habrá más récords del mundo», aunque en su próxima aparición, este viernes en Zurich, quizá lo desmienta.

Pero además de Bolt, Jamaica ha arrebatado el trono en la velocidad a los Estados Unidos, aunque éstos hayan logrado más oros -10- y más medallas en total -22-. La pequeña isla del Caribe se ha mostrado competitiva como nunca, sin dejar de tener una cercanía respecto a la afición que dista mucho de la seriedad estadounidense que en muchas ocasiones ha rayado con la chulería. Sólo una jamaicana adoptada como Sanya Richards, que al fin se consagraba en una final atlética mundial en los 400 metros, devolvió la sonrisa a las barras y las estrellas, sin que ello trajera consigo una actitud de «pavo real» por aquellos lares.

No sólo de Jamaica y la velocidad ha vivido este mundial al aire libre. Por ejemplo, el etíope Kenenisa Bekele ha vuelto a demostrar que en el fondo sobre el tartán no hay quien le tosa. Ya sea en una carrera táctica donde haya que rematar al sprint, ya sea en una carrera «tras moto» -una moto de Eritrea llamado Zersenay Tadesse- como el del 10.000, Bekele no ha tenido rival, ni conmiseración con los mismos, obteniendo su quinto entorchado mundial. Por su parte, la ausencia de favoritos sí que ha trastocado seriamente la final de 1.500. Sin El Guerrouj ni Ramzi, fue Yusuf Saad Kamel, el hijo del mítico Billy Konchellah, se proclamara campeón en la distancia reina del medio fondo.

Los 100 metros fue la prueba que más audiencia televisiva lograron, seguida por el salto de altura femenino donde los alemanes esperaban con ansiedad la participación de Ariane Friedrich. Su duelo con Blanka Vlasic, que se decantó a favor de la croata, no estuvo a la altura que sus propios protagonistas hubieran querido, pese al brinco sobre 2,04 metros de la dálmata. Una vez más, Stefka Kostadinova se preguntará a ver cuándo van a superar su plusmarca de 2,09 metros.

Pero no fue ésta la prueba femenina con mayor lustre. Una inesperada invitada como es la polaca Anita Wlodarczyk, que lanzó el martillo a 77,96 metros, tomó el debido protagonismo. Por su parte, la controversia en pruebas femeninas tuvo sabor de medio fondo. Por un lado, la sudafricana Caster Semenya llevó un oro absolutamente merecido en los 800 metros, pero habrá que ver lo que dice el test de feminidad que la IAAF obligó a someterse a la atleta y, por otra parte, la catalana Natalia Rodríguez, desposeída de su oro de 1.500 por derribar a la etíope Gelete Burka al intentar adelantarla por la cuerda a falta de 200 metros. La propia atleta tarraconense, tras bañarse en lágrimas de miel y de hiel, reconocía de regreso a casa que su maniobra «fue muy arriesgada».

Y si de lágrimas se habla, hay que recordar a Yelena Isinbayeva. La «Zarina» del atletismo se marchó sin marca, sin un solo salto válido de la final de pértiga. También merecería algún sollozo ver el relevo 4x100 estadounidense, masculino y femenino, con los testigos por los suelos.

No merece el llanto, pero conviene cerrar este repaso recordando la actuación de los vascos. Los donostiarras Naroa Agirre y Mikel Odriozola hicieron lo que pudieron, pero se hallaron lejos de su mejor momento. La pertiguista guipuzcoana hizo su mejor marca del año, pero su 4,40 se quedaría a las puertas de una nueva final.

Mientras, Mikel Odriozola tuvo que ver la cara más amarga de la prueba de los 50 kilómetros marcha. El orgullo lo hizo seguir hasta entrar en la meta situada en la Puerta de Brandemburgo, pero pagaría ese descomunal esfuerzo dando con sus huesos en el hospital.

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