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El telescopio que cambió el rumbo de la Astronomía

Los astrónomos conmemoraron ayer el cuarto centenario del reconocimiento oficial por parte de las autoridades de la República de Venecia del primer telescopio, un invento del científico italiano Galileo Galilei que cambió para siempre el rumbo de la Astronomía.
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Miguel CABANILLAS | ROMA

El 25 de agosto de 1609 el Senado de Venecia hacía suyo este invento del genio renacentista y aprobaba un aumento de salario para Galileo Galilei (1564-1642) como profesor de Geometría, Mecánica y Astronomía en la Universidad de Padua; cargo que ocupó hasta pocos meses después, cuando decidió volver, con su telescopio, a Florencia.

Las autoridades de la República de Venecia aceptaron así la propuesta del científico toscano de quedarse con el uso exclusivo de un telescopio que sólo cuatro días antes había sido presentado oficialmente y que, en un principio, sería utilizado con fines defensivos. «El lugar de presentación fue el campanario de San Marcos, aún hoy existente. Desde una altura de unos 60 metros, se podía observar más allá del horizonte del mar. Allí arriba Galileo había montado su telescopio», explicó Paolo Galluzzi, director del Museo de Historia de las Ciencias de la ciudad italiana de Florencia.

«Allí mostró a los presentes, que eran numerosos senadores y personajes destacados, las prestaciones de este nuevo instrumento, sobre todo, insistiendo no en el valor astronómico, sino en el valor militar, estratégico», añadió. Según Galluzzi, lo que más sorprendió a las autoridades fue el hecho de que pareciera que podían tocar con la mano algo que a simple vista no podían ver, como barcos que se acercaban por la laguna de Venecia, un logro que tenía para ellos un gran interés defensivo.

«A simple vista no se veía nada sobre el horizonte de la laguna de Venecia, pero mirando con el telescopio se entreveían las velas de algunas naves que se acercaban. Esto tenía un valor militar evidente que permitía a los venecianos ver al enemigo antes que el enemigo detectara las naves venecianas», explicó Galluzzi.

Como resultado el Senado de Venecia acordó tal día como ayer de hace cuatro siglos aumentar el salario de Galileo de 320 a 1.000 florines, es decir, lo triplicó, dando muestras del valor que para ellos tenía el invento del pisano. Prorrogó además el contrato del científico con la Universidad de Padua por otros cuatro años, tiempo que finalmente Galileo no cumplió porque regresaría a su patria con el invento. «Galileo, pocos meses después, estableció un acuerdo con el Gran Duque de Toscana, dejó Venecia y Padua y volvió a Florencia. Allí llevó ese instrumento, que había mejorado mucho con respecto al presentado en Venecia. Los venecianos, por tanto, pagaron poco, porque esos 1.000 florines fueron sólo durante dos meses», incidió Galluzzi.

Por mucho que los venecianos quisieron reclamar a Galileo la exclusividad del uso adquirida, no pudieron hacer nada ante la falta de un contrato legal, pues sólo existía un vago documento de cesión. «Tengo aquí el documento delante y dice: `Galileo, como profesor de matemáticas, con espíritu generoso y de buena voluntad, ha dado a...' No es un contrato. Es un intercambio que se produce en el plano informal. Después Galileo encuentra un padrino que le paga más y deja Venecia».

El genio renacentista, que mostró interés por casi todas las artes existentes en la época, se convirtió así en el padre de un invento que ha supuesto y sigue suponiendo mucho para una Astronomía que no volvió a ser la misma desde entonces.

El cambio de ese universo puede verse hasta el domingo en Florencia. La exposición «Galileo. Imágenes del universo desde la antigüedad hasta el telescopio» cierra sus puertas tras casi seis meses de homenaje a uno de los grandes genios que dio el Renacimiento.

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