Luis María Martinez Garate Escritor
En las quimbambas
Con el próximo conflicto previsible en Catalunya tras la sentencia del ya citado Tribunal, es probable que el Estado español entre en una crisis de legitimación. Tenemos que estar preparados para esta eventual coyuntura
Estoy siguiendo con bastante detalle las actitudes de la sociedad catalana ante los acontecimientos derivados de la próxima sentencia del Tribunal Constitucional español sobre su nuevo Estatuto de autonomía, así como el sistema (provisional, evidentemente) de financiación de las autonomías ordenado por el Estado español para sus comunidades no forales.
Percibo una vitalidad importante en grandes sectores de la sociedad civil catalana, empezando por Omnium Cultural y otros muchos organismos, como, por ejemplo, Soberanía i Progrès o muchos escritores a título particular, como Víctor Alexandre. El horizonte que se plantean todos ellos es el de la «libre disposición» de Catalunya concretado en la consecución de un estado propio. Es, evidentemente, un debate principalmente teórico, pero con la perspectiva de convertirse en un movimiento social. En ese punto se ubica la manifestación del próximo 11 de septiembre, la Diada de Catalunya. Incluso en los partidos políticos oficiales se da una cierta discusión en la que surgen discrepancias dentro de su seno en apoyo del logro del estado propio, a pesar de las líneas programáticas y prácticas adoptadas por los mismos.
Por el contrario en los debates (¿los hay realmente?) sobre nuestra realidad inmediata no encuentro más que perspectivas pobres, muy pobres. Por el lado de la sociedad cívica no veo ninguna reacción a la ofensiva planificada y arrolladora diseñada y comenzada a poner en práctica en los últimos tiempos. Tal vez la única excepción sea el artículo de Txema Landa «El polo del bien y el polo del mal».
Por parte de los sindicatos, muy poca cosa, prácticamente nada. Por la de los partidos resulta todavía más penoso. Unos buscando vergonzosamente integrarse en la política nacional española del tripartito gobernante en Gasteiz, no olvidemos a UPyD, o simplemente dejando ir a su ritmo al bipartito de Iruñea. Los otros, entrando al trapo de las provocaciones cotidianas, como por ejemplo en el asunto de las fotos de los presos. No digo que cualquier asunto relacionado con la ilegalización de partidos, como con el cierre de medios de comunicación, represión del euskera etc. no sea importante. Lo es y mucho, pero es la punta del iceberg que nos ponen como señuelo para apartarnos de cualquier objetivo político.
Mientras en Catalunya hay un debate sobre la necesidad del estado propio ante la actual situación del Estado español, de Europa y del mundo, aquí apenas se oye hablar o debatir sobre el mismo. En realidad, todas las fuerzas de nuestra sociedad que, aparentemente, son muchas deberían orientarse a la consecución del instrumento que nos permitiría «ser» en el mundo. En el mundo actual la nación que no tiene un estado propio no existe.
La normalización del euskera, las garantías reales para nuestra cultura, economía y sociedad en general, para no seguir en una continua zozobra, que es como tristemente sobrevivimos, para vertebrarnos como pueblo y poder fijar nuestros objetivos y lograrlos, es el acceso a un estado propio. En el Estado de Navarra, que nos cohesionó como nación, es donde tenemos que poner nuestra meta y emplear, bien por supuesto, todas nuestras fuerzas.
Con el próximo conflicto previsible en Catalunya tras la sentencia del ya citado Tribunal, es probable que el Estado español entre en una crisis de legitimación. Tenemos que estar preparados para esta eventual coyuntura. No nos debe sorprender, como en otras tantas ocasiones, silbando en la vía. En las quimbambas.