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Netanyahu no está dispuesto a dar su brazo a torcer

Martxelo DÍAZ | Periodista

Benjamin Netanyahu ha estado de gira por Europa. Se ha reunido con los máximos mandatarios de Gran Bretaña y Alemania y con el enviado de EEUU para Oriente Medio. Todos ellos han puesto sobre la mesa la necesidad de que Israel suspenda los planes para ampliar las colonias sionistas para poder iniciar una nueva -la enésima- ronda de diálogo con la Autoridad Palestina.

El primer ministro israelí ha hecho como el que oye llover. Ni caso. Por si había dudas, ha destacado que en Jerusalén Este harán lo que quieran porque la conquistaron por las armas ilegalmente en 1967. «No aceptaremos injerencias en nuestra soberanía. Jerusalén, indivisible, es la capital del Estado judío», fueron las palabras que empleó.

Una vez más, Israel juega a la política de los hechos consumados y continúa derribando casas de palestinos en Jerusalén Este -y también en la Ciudad Vieja-, al tiempo que favorece la ampliación de las colonias sionistas. El objetivo es claro: cambiar la distribución demográfica de estas áreas para que pasen a ser parte del Estado judío por la fuerza y al margen de la legalidad internacional.

Es lo mismo que han hecho con el Muro del Apartheid, robando tierras e incorporándolas al Estado de Israel y obligando a los palestinos a vivir en bantustanes aislados, no sólo en Gaza sino también en Cisjordania.

Lo que Occidente le está pidiendo a Israel no deja de ser lo mínimo. Que no continúe con una práctica de limpieza étnica. Con una de ellas, porque tiene más. Pero Netanyahu ya ha dejado claro que quieren seguir igual, siendo un Estado basado en la exclusión y el apartheid.

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