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CRíTICA cine

«Mapa de los sonidos de Tokio»

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Mikel INSAUSTI

Las visitas guiadas tienen mucho peligro, porque el viajero no tiene libertad para perderse por los sitios menos turísticos, aquellos que no vienen señalados en los mapas. Isabel Coixet hace de guía en Tokio para el espectador occidental que lee las páginas sobre moda y viajes en los suplementos dominicales de los diarios de mayor tirada, así que trata de ponerle a la última sobre qué comer, dónde alojarse, los libros a comprar, las películas recomendables y los lugares a descubrir para sentirse imbuido del Japón más actual. Con que la catalana me hubiera acercado una sola cosa para mí desconocida me daría por satisfecho, pero es que ni los “mochis de fresa” son una novedad a estas alturas. Lo nipón sale hasta en la sopa, que si lleva fideos chinos se llama “ramen”, y ya se sabe que hay que hacer ruidito al sorberlos.

Así que Miss Wasabi se saca de la manga un ingeniero de sonido local para registrar ese tipo de sonidos cotidianos, aunque luego no tenga ninguna conexión con la endeble historia de desencuentro cultural y amoroso que quiere contar, que es más de “Babel” o de “Lost in Translation”, más de lo mismo. Lo peor de “Mapa de los sonidos de Tokio” no es la colección de tópicos sobre la cultura japonesa contemporánea, sino el problema de estilo que sufre Isabel Coixet aquejada por una intoxicación de pescado crudo en forma de influencias ajenas mal digeridas. Copiar a diestro y siniestro no es poseer unos gustos personales, sino robar su sitio al cinéfilo, y es que los “fans” reconvertidos en realizadores empiezan ya a cansar con su manía de fusilar todo lo que se les ponga por delante. La Coixet debería reconocer que lo suyo es ilustrar materiales literarios ajenos, tal como lo hizo a gran nivel con Philip Roth en “Elegy”, pero fracasa cuando se empeña en ser la autora del guión. Lo de la selección musical debería írselo dejando también a otros más expertos, porque ya le vale con meter a Antony and The Johnsons para el climax final, esta vez aún más patético.

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