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Análisis | Inicio de curso en la CAV

De la «rebelión» contra el TC, a la trampa constitucionalista

La concreción del llamamiento de Ibarretxe de hace un año cogió por sorpresa incluso a los partidos que le apoyaban, que apenas habían esbozado la idea en una reunión. La preocupación del Gobierno de López no es conocer la opinión de los vascos, sino amordazar la de una buena parte de la ciudadanía, cuya exclusión electoral ya utilizó a conveniencia

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Iñaki IRIONDO

¿Se acuerdan cuando Juan José Ibarretxe anunció una oleada de denuncias contra el Reino de España ante Estrasburgo si el TC prohibía la consulta? Apenas ha pasado un año. Hoy la agenda oficial de la CAV es muy diferente, merced a la trampa del unionismo. Pero una cosa no cambia: las ofertas de pacto del PNV.

A l parecer, Juan José Ibarretxe tiene intención de recobrar próximamente su actividad laboral como profesor de un curso trimestral en la Universidad de Puerto Rico, lejos ya de Ajuria Enea. Pero hace apenas un año, el uno de setiembre de 2008, el entonces lehendakari estaba en el palacio Miramar de Donostia y decidió iniciar el curso político con un llamamiento a la ciudadanía vasca a rebelarse contra el Tribunal Constitucional y el Reino de España en caso de que prohibiera la consulta que para el 25 de octubre había convocado el Parlamento de Gasteiz.

La iniciativa de presentación de denuncias ante Estrasburgo fue anunciada como «una movilización pacífica desde el punto de vista social y muy activa desde el punto de vista jurídico y político». Un intento de «poner en la agenda europea el debate sobre el derecho de la sociedad vasca a ser consultada y a que su voluntad sea respetada». Ibarretxe habló incluso de un «test democrático de la sociedad española» y criticó que se diga que todo es defendible pero en la práctica después no se permita.

La idea había sido apenas esbozada el jueves anterior, 28 de agosto, en una reunión que mantuvieron el lehendakari y los principales líderes del tripartito. Pero la mayoría de ellos se vieron sorprendidos por la concreción y contundencia con la que la expuso el lehendakari. A buen seguro, el inicio de curso de hace un año debió ser uno de eso días de los que el presidente del EBB, Iñigo Urkullu, decía que «debo hacer actos de fe para seguir unido» a Ibarretxe. Pese a la sorpresa inicial, EA y EB se apresuraron a anunciar que pondrían todos sus instrumentos al servicio de esa iniciativa para que la ciudadanía pudiera demandar al Reino de España ante el Tribunal de Estrasburgo. El PNV, mucho más comedido, dijo «hacerse eco» del llamamiento del lehendakari e invitó al resto de fuerzas a «compartir el análisis de la posibilidad de impulso y gestión de la Iniciativa Ciudadana en Defensa del Derecho de los Ciudadanos Vascos» y «en su caso, el procedimiento y calendario a seguir». Aquello empezaba a sonar a frenazo.

Como era de prever, el Tribunal Constitucional prohibió la consulta pero la oleada de denuncias ante Estrasburgo quedó en nada. No encajaba en las previsiones de la dirección del EBB. PNV, EA, EB y Aralar iniciaron la recogida de adhesiones a un documento que nada decía de las denuncias anunciadas por Ibarretxe que el lehendakari, además, decidió alabar públicamente como una iniciativa mucho mejor que la suya.

Después vino el espectáculo del 25 de octubre, cuando en lugar de votar en la consulta sus impulsores decidieron poner a cargos públicos, afiliados y simpatizantes a botar a los sones del «Maite zaitut» de Pirritx eta Porrotx -esos payasos a los que Iñaki Azkuna veta en Bilbo- y del «Gora gora» del grupo infantil Betizu, mientras formaban las palabras «Euskal» «Herria» «bakea» «bai» «erabakia» «bai».

Apenas tres días antes, el PNV había vuelto a tomar una decisión de calado. Firmar con el PSOE un pacto presupuestario que salvaba las cuentas del Gobierno de Zapatero, el mismo que al impugnar la consulta realizó «un ataque directo a nuestra autonomía que, de hecho, supone la supresión del autogobierno»; el mismo que junto al PP y al TC -según dijo el lehendakari Ibarretxe en el Parlamento- «nos ha señalado claramente los límites de la alambrada. El pueblo vasco no existe, no tiene derecho a decidir».

Antes incluso de que se aprobara en Gasteiz la Ley de Consulta, el presidente del EBB, Iñigo Urkullu, ya había anunciado que en caso de prohibición «el PNV, desde luego, no va a caer en juegos de no respetar la legalidad». Y acató pacíficamente la sentencia como después acató participar en unas elecciones con cartas marcadas, en las que la proscripción de las candidaturas de la izquierda abertzale dio lugar a un Parlamento trucado que no representa a la ciudadanía de la CAV. Y el PNV, con Ibarretxe al frente, obtuvo nada menos que 30 escaños, fruto de fagocitar prácticamente toda la representación de sus ex socios de EA y EB. Pero ni todo ese apoyo electoral ni los ochenta mil votos de diferencia al PSE sirvieron para evitar que Patxi López fuera lehendakari, lo que para PSOE y PP se había convertido ya en una cuestión de Estado.

El PNV había ofrecido incluso un gobierno de coalición o un pacto de legislatura al PSE -partido que según dijo en campaña «no es de fiar»-, pero el 5 de mayo el Parlamento de Gasteiz elegía a López con el apoyo de PP y UPyD. Al mismo tiempo, Juan José Ibarretxe anunciaba su abandono de la política después de diez años en Ajuria Enea, y de una carrera que arrancó en 1983 en la alcaldía de Laudio.

El inicio de este curso político en la CAV es, sin duda, muy distinto del de hace un año. La máxima aspiración política del Gobierno actual de Lakua no es, desde luego, conocer la opinión de la ciudadanía, sino amordazar la de una buena parte de ella. La persecución de las fotografías de presos y de cualquier expresión de solidaridad con cualquiera de ellos son todas las noticias que llegan de un Ejecutivo que dice tener como prioridad la lucha contra la crisis, pero cuya gran receta, la «mesa de diálogo social», apenas consiguió parir el ratón de una subida de 200 euros en las ayudas para los trabajadores afectados por EREs que participen en actividades formativas.

Sin embargo, hay cosas que no acaban de cambiar. Como hace doce meses, el PNV sigue tendiendo la mano para un pacto presupuestario a un gobierno como el español y a un partido como el PSOE que si hoy hace un año Juan José Ibarretxe denunciaba que conculcaban derechos fundamentales de la ciudadanía vasca, ahora se sabe que son capaces de recurrir a los recursos más arteros con tal de desbancar al nacionalismo vasco de las instituciones.

Es más; hay aspectos en los que parece que nos hemos retrotraído más allá de 1998. Como en los tiempos de las coaliciones presididas por José Antonio Ardanza, de nuevo PSE y PNV coinciden en que lo que prima no es superar un marco caduco sino, como dice la nota del EBB de ayer mismo, «el desarrollo de un marco estatuario que permita asumir todas las competencias que todavía no están en poder de los vascos».

Nadie diría que hace un año el lehendakari llamaba a la denuncia del Reino de España. Por eso casi nadie le creyó. Se veía que su partido preparaba ya su particular «Regreso al futuro».

 
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