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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Los anuncios de la fuga

Abundan por estos pagos quienes creen que si hay culpable, no hay problema. Y así les va.

Ahora resulta que Garzón no encuentra a Maite Aranalde para cargarla de cadenas -como demandaban buena parte de los medios de comunicación que hoy gimen- y ya ha encontrado tres culpables: los franceses que perdieron un papel, el juez Velasco que la puso en libertad y los policías que no la vieron salir de casa. Problema resuelto.

Y los argumentos, lo verán a continuación, se repiten. El editorialista de «El Mundo» proclamaba que «la de Maite Aranalde era una fuga anunciada» y que cuando Garzón se mosqueó «ya era demasiado tarde». Se pueden imaginar el berrinche de Pedro J.

Y más aún cuando reconoce que, además, «es posible que Velasco no tenga que hacer frente a ninguna responsabilidad. Lo cual no dejaría de ser escandaloso».

Según el consumado José Antonio Vera, en «La Razón», «el problema es que no es la primera vez que en España se nos escapa un terrorista por error judicial». Algo que Santiago González, en «El Mundo», resume en una breve frase: «era previsible». Pero tranquiliza a su parroquia porque, alega, «esta cadena de errores tiene más de anécdota que de categoría». O sea, que las aguas volverán a su cauce.

También el editorialista de «La Razón» fumaba en pipa, aunque ya tenía localizado al culpable: «La secuencia de descoordinación y desbarajustes que ha propiciado el lamentable desenlace tuvo su origen en un error burocrático de la Justicia francesa en la documentación que acompañaba su entrega a las autoridades españolas». ¡Ay, los gabachos!

Los de «El Correo Español» y «El Diario Vasco» veían «motivo para la indignación y el desasosiego» por lo ocurrido, y en sus páginas Tonia Etxarri denunciaba también «la fuga anunciada».

«El País» reconocía que «la fuga más anunciada se ha producido», para matizar a continuación que «no sería lógico ir más allá de lamentarlo; pero sí establecer un procedimiento para que en este tipo de supuestos sea posible rectificar antes de que sea demasiado tarde». O sea, que nada de libertades provisionales. Ante la duda... al trullo.

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