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El plan de Merkel

La campaña electoral alemana estaba transcurriendo en un ambiente de aburrimiento sorprendente. Culpa, probablemente, de la estrategia de la actual canciller federal, Angela Merkel, quien parecía haber centrado toda su estrategia en tratar de desalentar a los posibles votantes del SPD de Frank-Walter Steinmeier para que no acudan a las urnas. Y lo cierto es que, según las encuestas, estaba logrando su objetivo. La consecuencia era una aparente apatía general, absoluta falta de espontaneidad en el debate público y, presumiblemente, una elevada abstención que Merkel esperaba rentabilizar. Ni tan siquiera los resultados electorales en Sarre, Turingia y Sajonia (horribles para el SPD, inquietantes para la propia CDU y excelentes para la izquierda -Die Linke-) animaron excesivamente la precampaña. Merkel seguía evitando el debate político o ideológico y Steinmeier era incapaz de provocarlo, quizás porque tampoco estaba muy seguro de ganarlo, toda vez que su participación en el Gobierno federal le ha cortado las alas en varios ámbitos en los que podría tratar de diferenciarse, y el hecho de que la CDU apueste por una coalición con los liberales le ha relegado a una incómoda posición de socio despechado de la que Steinmeier no acierta a salir.

El pasado fin de semana, sin embargo, Afganistán ha reventado la campaña y ha obligado a Merkel a tomar la iniciativa, defendiéndose primero en el Parlamento y pasando a la ofensiva ayer con la iniciativa conjunta franco-británico-alemana de solicitar a la ONU (no a EEUU, para marcar distancias ante la opinión pública) una conferencia internacional que diseñe un plan de salida del agujero negro afgano. Aunque la estrategia sea totalmente diferente, la canciller mantiene la iniciativa en perjuicio del SPD, si bien ambos bajan en las encuestas posteriores a la matanza aliada de Afganistán. Pero la campaña no es sólo cosa de dos. Mientras los liberales se dejan querer sin meter ruido y los Verdes buscan su sitio, los últimos sondeos auguran un aumento de votos aún mayor del previsto para Die Linke, el bloque de izquierda que está obligando a cambiar el discurso a los grandes y que el día 27 podría ser un actor principal, sólo dos años después de su creación, en unas elecciones legislativas federales.

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