El Gobierno de EEUU trata de avivar el temor a otro 11-S en la población
Como hicieran sus predecesores en Irak y aprovechando el aniversario de los ataques del 11-S, la Administración Obama airea el fantasma de Al-Qaeda para tratar de sortear la creciente oposición de la opinión pública a la guerra en Afganistán. Vano esfuerzo ante una población cansada, en plena crisis global, por el coste, en bajas propias y en dólares, de la «guerra al terror» tras ocho años, además, de ausencia de atentados en suelo estadounidense.
GARA
El Gobierno estadounidense se esfuerza por airear la amenaza de Al-Qaeda ante una población hastiada por dos largas guerras que han costado la vida a más de 5.000 soldados estadounidenses, bastantes más que las 3.000 víctimas mortales de la cadena de atentados que sacudió al mundo entero hace justo hoy ocho años.
El jefe del Estado Mayor estadounidense, Michael Mullen, asegura que Al-Qaeda «sigue siendo muy capaz» de volver a atacar a EEUU y «está muy concentrada en este objetivo».
Contundencia que contrasta con la opinión de expertos europeos, que ponen el acento en que desde los atentados del 7-j en Londres (2005) no se han registrado nuevos ataques en Occidente y en los golpes y caídas de sus cuadros sufridas por Al-Qaeda en los últimos años.
«21 años después de su fundación, Al-Qaeda está a la defensiva. Intentó recuperar aliento con la invasión de Irak pero su brazo local perdió pie a partir de 2006-2007», asegura Jean-Pierre Filiu, del Instituto de Estudios Políticos de París.
Pese a reconocer que está bajo una fuerte presión, Washington insiste y no deja de expresar su preocupación por la transformación de la red en una serie de franquicias disminadas por Asia, Oriente Medio y África.
La Administración Obama trata así de justificar su apuesta militar en Afganistán. Con poco éxito. Seis de cada diez estadounidenses se oponen a esa guerra.
«La gente esta cansada de esta lucha, sobre todo en tiempos de crisis (...) No ha habido más atentados en EEUU (...) Piensan que estarán exagerando», se lamenta Bruce Hoffman, experto de la Universidad de Georgetown, quien no duda de que EEUU sufriría otro ataque en caso de retirada de Afganistán. «En Vietnam sabíamos que el Vietcong no nos pisaría los talones tras la retirada. Esto es distinto. Estos nos perseguirán», afirma.
Un comando de fuerzas especiales británico logró rescatar en la madrugada del miércoles al periodista británico Stephen Farrel, capturado por un grupo talibán en la provincia de Kunduz pero a costa de la muerte de su intérprete y periodista afgano Sultan Munadi, además de una mujer, un niño y un soldado británico.
La ira local, cólera en el seno de la profesión periodística afgana, creció cuando se supo que el cadáver de su colega fue abandonado en el lugar y tuvo que ser recogido por su familia para su entierro en Kabul.
Pero la polémica no se limita a la capital afgana y ha llegado a Londres. «The Guardian» informaba ayer que las negociaciones con el líder local de los talibán en Kunduz, Mullah Salam, para lograr la puesta en libertad de ambos, «iban por buen camino» hasta que el M16 decidió pasar a la acción. Fuentes afganas próximas a las negociaciones confirmaron que «estábamos a punto de lograr su liberación sin condiciones».
El Ejército británico se ha sumado a la polémica al preguntarse si la liberación de Farrell valía la vida de un soldado. Farrel fue a Kunduz el 4 de agosto a informar sobre un bombardeo indiscriminado de la OTAN. GARA
Al menos 22 personas murieron y 45 resultaron heridas ayer en un atentado cometido por un kamikaze a bordo de un camión-bomba en la aldea kurda de Wardak, al sureste de Mosul (350 kilómetros al norte de Bagdad).
Una decena de casas desaparecieron bajo el cráter provocado por la potente explosión y otras 60 resultaron dañadas. La Policía local aseguró que abatió a un segundo kamikaze que pretendía repetir la operación a bordo de otro camión.
Los vecinos no tienen duda alguna sobre la autoría del atentado. «Al-Qaeda y los takfiris (suníes rigoristas) son los responsables. Ellos atacan a todo el mundo y a todas las comunidades», señalaba Amin Mohamed Amin.
Los habitantes de Wardak habían fortificado el perímetro de la localidad, pero habían dejado libre la parte trasera de la villa, por donde discurre un riachuelo, y que fue por donde penetró el kamikaze.
Los peshmergas (guerrilleros kurdos) bloquearon la zona tras el atentado.
La zona de Mosul es una de las más castigadas. Los atentados son algo cotidiano. A ello se suma la fricción entre las comunidades kurda y árabe. GARA