César Arrondo Profesor en la Universidad Nacional de La Plata, Argentina
Lizarra-Garazi
Se cumplen once años de la firma del acuerdo de Lizarra-Garazi. El mismo constituyó el mayor logro para el campo nacionalista vasco en su conjunto, al acordarse en esa oportunidad los consensos mínimos, con el propósito de consolidar los objetivos soberanos y el derecho a decidir del pueblo vasco.
La propuesta se basaba en el método llevado adelante para resolver el conflicto político irlandés, a partir de la puesta en marcha de una propuesta que se desarrollaría por las vías pacíficas, con la implementación de una mesa de diálogo, a la cual se sumaba la tregua indefinida de ETA. Quienes allí confluyeron tenían muy en claro que el conflicto vasco era de naturaleza política y su resolución sólo sería posible por medio de la negociación y el diálogo, como así también que los implicados en el contencioso político vasco eran: la nación vasca y los estados francés y español.
Lizarra-Garazi constituye un antes y un después en la forma de afrontar el conflicto vasco. En este sentido, su legado servirá para implementar nuevas fórmulas con el propósito de lograr el reconocimiento de Euskal Herria como sujeto político, más allá de las realidades políticas, sociales y administrativas de Hego e Ipar Euskal Herria.
Hoy la situación es de desaliento, ya que tanto al nuevo Gobierno de la Comunidad Autónoma Vasca (PSE-PP) como al de Nafarroa (UPN-PSN), sólo les interesa obedecer a pie juntillas las recetas represivas diseñadas en Madrid y poner en marcha una política que tiene como objeto limitar las señas particulares de la nación vasca. En este sentido, estas agresiones exceden la geografía de Euskal Herria, ya que los diputados vascos que forman parte de las Cortes españolas ya no podrán utilizar el euskera en sus intervenciones en los plenos.
Todos los partidos nacionalistas, los agentes sociales, los sindicatos y los representantes de la cultura tienen la obligación reflexionar sobre cuál será el mejor camino para destrabar el bloqueo político, como así también sobre la necesidad de buscar puntos en común para evitar la inútil atomización del campo abertzale, lo cual sólo ha beneficiado históricamente al nacionalismo constitucional español.
Es tiempo de dar comienzo a un proceso de participación política sin exclusiones para poder oponer a la ofensiva del nacionalismo constitucional español un bloque nacionalista con objetivos comunes, con el fin de garantizar que los vascos puedan vivir en un país donde se respeten los derechos humanos, civiles, políticos y sociales.
La consigna de la hora debe ser clara, para que entre todos, y priorizando el país por sobre los intereses personales y partidarios, se comience a trabajar para refundar un espacio político abertzale, y para llevar adelante esta nueva construcción Lizarra-Garazi constituye un singular antecedente..