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Abierto de Estados Unidos

Porque familia y deporte de élite no son incompatibles

Con su triunfo en Flushing Meadows, la tenista flamenca Kim Clijsters se convierte en la tercera madre en ganar uno de los grandes del circuito mundial.

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GARA | NEW YORK

Si dicen que los niños vienen con un pan debajo del brazo, se puede decir que la pequeña Jada lo ha hecho con un Grand Slam para su madre, la flamenca Kim Clijsters, que se hizo con su segundo título del Abierto de los Estados Unidos al año y medio de dar a luz a su primogénita y sólo a las cinco semanas de regresar a las canchas tras dos años de parón, dando al mundo un ejemplo de que compatibilizar la familia y el deporte de élite no tienen porqué estar reñidos ni enfrentados.

Dos años atrás, estando instalada en la cima del circuito femenino y tras una larga sucesión de lesiones, la raqueta de Bilzen sintió la llamada de la naturaleza y la siguió. Su vocación clara era la de ser madre. En mayo del 2007 se convirtió en una fijación. Una vez hastiada de los vaivenes y las exigencias de una competición que en los últimos años ninguna tenista ha sido capaz de aguantar, con innumerables cambios de número uno.

La comeback-mami escribió este domingo un maravilloso cuento de verano con su segundo título en Nueva York tras el logrado en 2005. Sólo cinco semanas después de su retorno a la escena del tenis, la tenista flamenca, de 26 años, derrotó el domingo a la joven danesa Caroline Wozniacki por 7-6 y 6-4, convirtiéndose así en la primera madre en ganar un Grand Slam desde que lo hiciera Evonne Goolagong Cawley en 1980 en Wimbledon, el último de los siete major que lustró su carrera deportiva.

Distracción en el revuelo

«Ser madre es la sensación más maravillosa del mundo», dijo Clijsters mientras acariciaba a su hija de año y medio. «Jada me distrajo de todo el loco revuelo que reina aquí». En lugar de matar el tiempo en la sala de jugadoras daba paseos por el Central Park con la pequeña, a quien entusiasma el zoo.

Clijsters, que supera con maestría la doble carga del tenis y los hijos, al igual que el suizo Roger Federer con sus gemelas, no cedió a la niñera todas sus tareas de madre. Y Jada, más que contenta.

«Esta mañana ha dormido hasta las diez», reveló Clijsters el día de la final. Pero ello no fue tan malo ya que después de la tumultuosa semifinal contra la defensora del título, la estadounidense Serena Williams, no se fue a la cama hasta las cuatro de la madrugada.

La alemana Steffi Graf, cinco veces ganadora en Flushing Meadows, acudió a la final con su marido, Andre Agassi, y sus dos hijos. «Siento un gran respeto por el hecho de que Kim, después de ser madre, haya vuelto al circuito de tenis. Yo no habría podido», dijo la ganadora de 22 torneos Grand Slam.

Chris Evert, la más exitosa en Nueva York con seis victorias, se quitó también el sombrero ante la tenista flamenca. «Admiro que Kim sepa hacer frente a ambas tareas. Y además parece estar en mejores condiciones físicas y con mejor tenis que nunca», señaló.

El regreso de Clijsters es quizás lo que necesita el circuito femenino monopolizado por Serena en los grandes y por la rusa Dinara Safina, número uno del ranking, en el resto de torneos. El tenis femenino necesita llenar el hueco dejado por Clijsters y por Justine Henin, que cansadas del tenis dejaron la raqueta de forma prematura para privilegiar su vida privada.

El mejor escape para la presión

«Ser madre es la sensación más maravillosa del mundo. Jada me distrajo de todo el loco revuelo que reina aquí», dijo la flamenca, que ganó su segundo Grand Slam tras un parón de dos años apartada del circuito profesional.

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