Cuando un españolista militante insiste en repetir que no hay problemas con los nacionalismos vasco o catalán, el resto de los españolistas deberían empezar a preocuparse, y los nacionalistas vascos y catalanes ponerse las pilas, porque el viento puede empezar a soplar de popa.

Ayer, en «El País», Patxo Unzueta se esmeraba en quitar importancia al referéndum de Arenys de Munt, aunque se veía obligado a hacer algunas concesiones a lo obvio: «En la consulta sobre la independencia de Cataluña celebrada el domingo en Arenys de Munt el 40% de los mayores de 16 años votó a favor. Es un porcentaje similar al que sumaron en las últimas elecciones municipales los partidos nacionalistas ERC y CiU. De esas cifras se deducen dos conclusiones: 1) si la opción se presenta en términos de sí o no, todos los nacionalistas, se consideren o no independentistas, votan como si lo fueran; 2) Aún así, los que votan suponen bastante menos de la mitad de la población». Si Unzueta aplicara esta última conclusión al referéndum constitucional en Hego Euskal Herria quedaría desolado.

Lo que viene a defender es que la gente vota alegremente porque sabe que el resultado no tiene validez: «Las encuestas indican que los catalanes explícitamente independentistas no superan el 20%. Pero es probable que en una consulta demostrativa, sin consecuencias políticas o económicas, un porcentaje bastante mayor vote a favor: porque hacerlo da sensación de importancia y porque el saldo coste-beneficio siempre saldrá favorable (dado que el coste es cero)». Si tan seguros están, ¿por qué prohíben consultas vinculantes? ¿Por qué amenazan con tribunales y policías a quienes las proponen?

Desde la inquietud, el tranquilizador de «El País» trata de llevar la calma a los espíritus agitados: «En el País Vasco, el Constitucional anuló la convocatoria del referéndum de Ibarretxe hace justo un año, pero parece un siglo. El ex lehendakari imparte clases en Puerto Rico mientras que los socialistas gobiernan desde Ajuria Enea; y el discurso del derecho a decidir ha desaparecido de las portadas y de las preocupaciones de la gente, ocupada en asuntos menos gaseosos». Si «El País» ocupa a su pensador en escribir en estos términos, será que el asunto es menos gaseoso de lo que dicen.