ESPAÑA 85

SERBIA 63

La selección española de baloncesto metió una escandalosa paliza a Serbia en una de las finales menos emocionantes que se recuerdan. Nada se le pude quitar al partido casi perfecto que protagonizaron los de Scariolo. De todos modos, los deméritos que acumularon los balcánicos a sus espaldas también fueron responsables de poner el parquet más boca abajo en favor de los nuevos campeones de Europa.

Ya desde el inicio se olía que aquello pudiera acabar como un partido de juveniles contra benjamines. Los jugadores de Ivkovic saltaron a la cancha sin chispa, demasiado relajados, como si remontar como lo hicieron ante Eslovenia en las semifinales fuera algo factible de nuevo. En ataque fallaron canastas simples, y en defensa dejaban pasillos palaciegos para el aprovechamiento del rival.

Todo lo contrario sucedía en el combinado español. Pau Gasol era el hilo conductor de todas las opciones de ataque de los de Scariolo; pero no sólo como jugador culminador. El de Sant Boi distribuía el juego, y las opciones anotadoras del equipo se repartían entre todos. Como dato significativo, ya en el primer cuarto habían anotado algún punto todos los integrantes de la selección española que habían pisado la cancha.

Serbia trató de poner remedio al agujero defensivo con variadas defensas zonales, pero el parche era demasiado pequeño para el boquete que Gasol y Rudy Fernández se empeñaban en agrandar a base de tiros de todos los colores.

A eso le sumamos que los serbios perdían balones que ni un chaval en el patio de la ikastola, y que España se dedicaba a meter canastas en los últimos segundos de posesión, con lo que el resultado de la ecuación era claro: la ventaja iba en aumento, y la moral de los balcánicos que ya estaba en el subsuelo de Katowice. El marcador al descanso era de 52-29. 23 puntos de diferencia.

Estados de ánimo opuestos

Como suele ser habitual en estos partidos, llegó la reacción del que va por detrás. Así, nada más comenzar el tercer cuarto, los de Ivkovic, con un Krstic muy acertado, lograron un parcial de 13-2. Fueron fuegos de artificio. Daba la sensación de que cuando los de Scariolo quisieran, volverían a abrir brecha. Y así fue. Apretaron las clavijas, y gestionando a su antojo la ventaja, volvieron a meter el turbo para mantener la veintena de puntos. Mientras tanto, la joven perla serbia Teodosic, estuvo desaparecida. 67-44 antes de afrontar el último, que no decisivo, período.

Serbia no levantó cabeza, y vagó por la cancha durante el último cuarto. El resumen era claro: los balcánicos no dieron lo mejor que llevan dentro, y España disputó su mejor partido de todo el torneo. ¿Y todas esas situaciones, por qué? Porque, parafraseando a un tío moreno que decide dónde se gastan los millones en el fútbol, el baloncesto también es un estado de ánimo.