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Juanjo Basterra Periodista

M�s discriminaci�n laboral, m�s pobreza y menos salarios

Esta semana quienes nos gobiernan, de nuevo, se han quitado la careta y, por si todav�a hab�a alg�n angelical cerebro que les otorga confianza, nos han dicho que de terminar con el fraude fiscal nada y que con unos peque�os retoques en la actividad fiscal ya vale. Nada que ver con las propuestas que la mayor�a sindical vasca ha hecho en ese sentido.

Se est� mejor a la sombra de la �lite econ�mica. Tampoco nos llevemos un enga�o: quienes se han sentado en las poltronas siempre han actuado en connivencia con la �lite econ�mica y los empresarios.

Estos d�as, por otro lado, ha aparecido la OCDE, el club de los pa�ses m�s desarrollados, y ha confirmado otro de los grandes problemas que est�n asentando en nuestra sociedad, tanto cuando hay bonanza econ�mica como cuando hay crisis: la pobreza. A juicio de ese organismo, alineado precisamente con la �lite econ�mica, el riesgo de pobreza es superior al problema del desempleo y para rematar esta jugada llega el instituto de estad�stica espa�ol y confirma que mujeres, j�venes y trabajadores temporales perciben unos salarios m�seros e inferiores en un tercio al de sus compa�eros de tarea. Tambi�n hay que a�adir que desde UGT se reconoce que los pensionistas han perdido en cinco a�os m�s del 12% del poder adquisitivo y los trabajadores terminaron 2008 con una ca�da del 0,5% del salario real y en los �ltimos quince a�os de crecimiento econ�mico la ca�da fue del 1,5% en el Estado espa�ol, seg�n la OCDE.

Est� claro qui�n se beneficia de esta grave discriminaci�n que sufre la clase trabajadora en toda su dimensi�n, pero quienes nos gobiernan, de nuevo, no les exigen con rotundidad que sean ellos los que paguen la crisis, como hubiera sido lo l�gico. No se quieren enterar que la crisis no la han generado los trabajadores, sino esa insaciable �lite econ�mica con la especulaci�n financiera, los bajos salarios a los trabajadores y la elevada precariedad laboral.

Es hora de que la clase trabajadora, mujeres y hombres, nos cuestionemos qu� hacen quienes viven a nuestra cuenta en esas poltronas y les obliguemos a cambiar de direcci�n en sus pol�ticas de apoyo s�lo a quienes m�s tienen, los poderosos.

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