Mayor partido no se puede sacar a tan escasos méritos. La parroquia rojilla salió contenta de El Sadar por los tres puntos, pero el juego del equipo no da como para muchas alegrías. ¿Qué habría ocurrido si Sastre hubiera estado un poco más centrado y no hubiera desplegado su brazo en el centro de Masoud? Pues que estaríamos hablando seguramente de un raquítico empate a cero y una lluvia de críticas por la escasa mordiente de los de Camacho en su feudo.

Sin embargo, en el fútbol profesional hace tiempo que el valor de un equipo se mide por su posición en la tabla y en esto Osasuna, a día de hoy, está más que desahogado, manejándose por la zona intermedia de la clasificación. Sus números así lo confirman: dos victorias, dos derrotas y un empate; cinco goles a favor, seis en contra.

Más datos que podrían dar lugar al optimismo. Los navarros ya saben lo que es encadenar dos triunfos consecutivos cuando ha finalizado la quinta jornada liguera. La temporada pasada les costó una barbaridad conseguirlo y sólo lo pudieron materializar en una ocasión. Además, las dos conquistas firmadas durante esta semana han sido ante rivales que estarán en la pomada por luchar por el descenso y cuyo gol average particular será un apartado muy importante. Volviendo a la campaña anterior, en estos mismos duelos contra Valladolid y Sporting, los rojillos obtuvieron un exiguo provecho de un punto; ahora ya tienen seis en su zurrón, que nadie se los puede quitar.

La practicidad del equipo está claro que es muy difícil ponerla en duda. Cosa bien distinta es el ser consciente de la manera en que se han sumado esos dos triples y consecuente con ello. Un chaval de la cantera sacó las castañas del fuego en el Nuevo Zorrilla, donde lo lógico hubiera sido acabar en empate, y el lance del penalti de ayer evitó lo que iba camino de convertirse en una segunda igualada consecutiva.

No sólo eso. La inoperancia de Osasuna tuvo la fortuna de toparse enfrente con un rival todavía más romo y vacío de contenido. Luego en sala de prensa, ambos técnicos se preocuparon por repartirse merecimientos en el aspecto defensivo, pero lo cierto es que ninguna de las dos escuadras consiguió hilvanar lance alguno de serio peligro para la portería del oponente. La mejor confirmación de lo expuesto fue el papel que ambos guardametas representaron en la contienda: ni un solo apunte en la libreta con parada alguna que atribuirles a ambos arqueros, quienes fueron espectadores a pie de campo del tostón que se coció sobre el césped.

Ni tan siquiera angustia final

Y es que la primera media hora fue de enmarcar... en el museo de los horrores. Constantes pérdidas de balón, pésimos controles, balonazos en largo sin criterio alguno... ese fue el panorama que tuvo que soportar quien paga religiosamente hora y media a la búsqueda de un entretenimiento dominical vespertino que, las más de las veces, se vuelve sufrimiento.

Por no haber, no hubo ni siquiera esa ya tradicional angustia que de un tiempo a esta parte se padece en El Sadar en los minutos finales de cada choque. Lo más peligroso que protagonizó el Sporting fue en la primera parte y se limitó a sendos tiros lejanos de un desdibujado Barral -trajo en jaque a la defensa rojilla el año pasado- y Michel. Lo dicho, los guardametas no se ganaron el sueldo.

Tampoco hicieron mucho más los anfitriones. Un tiro al poste de Juanfran y un balón muy flojo de Masoud que sacó bajo palos Gerard fue lo más reseñable. Eso sí, Aranda volvió a fallar otra clarísima oportunidad en lo que parece ya un cuadro de ansiedad del malagueño por estrenarse como goleador con Osasuna.

Que los árboles no nos impidan ver el bosque que es la realidad del nivel de juego en el que se maneja ahora mismo la escuadra dirigida por Camacho. No poner remedio a esas carencias puede tener consecuencias inmediatas. La tala podría producirse en Getafe.