«Lo que realmente me decidió a venir a Euskal Herria fue el público»
El joven director colombiano Andrés Orozco-Estrada abrió la pasada semana la nueva temporada de conciertos de la Orquesta Sinfónica de Euskadi, la que será «su» orquesta en los próximos años. Lo hizo con un programa en torno a Mahler y Beethoven, que ya dejó entrever algunos de los derroteros por los que pretende guiar a la formación, como el confrontamiento de estilos y un acercamiento al gran repertorio alemán.
Mikel CHAMIZO |
La página web de la Orquesta Sinfónica de Euskadi dice sobre su nuevo director titular, Andrés Orozco-Estrada (Medellín, Colombia, 1977) que es un director «comprometido con ofrecer al público una música más humana». Ese humanismo, en forma del respeto que profesa a público y músicos, se desprende también de las declaraciones de quien será máximo responsable artístico de la OSE durante los próximos tres años.
Usted posee una anécdota bastante graciosa sobre cómo se subió por primera vez al podio de director.
Fue en la escuela de música donde yo estudiaba. Teníamos clases de historia de la música, en la que nos ponían muchos videos de grandes maestros como Bernstein o Karajan. Yo me hacía el gracioso y empezaba a imitarlos en plan caricatura, para que mis compañeros se riesen. Tenía quince años más o menos. Una de las veces que me puse a imitar, el profesor me dijo que era un pesado y que a partir del día siguiente iba a dirigir yo los ensayos con el ensemble del colegio -del que casualmente él era el director-, a ver si me calmaba y dejaba de sabotearle todo el tiempo la clase de historia. Y esa fue mi primera oportunidad de dirigir que tuve en la escuela de música.
Aún tiene alguna anécdota más en sus inicios.
Sí. Fue cuando yo estaba tocando con la orquesta grande de mi región, Antioquia. Un día fuimos a un encuentro de orquestas regionales para un concierto en la Plaza de Bolívar, la más importante de Bogotá. Tendríamos una pequeña aparición de quince minutos en la televisión nacional, pero la misma mañana del concierto me llamó a su habitación la directora de nuestra orquesta. Estaba en la cama, blanca, pálida, y me dijo que no podía dirigir el concierto, que tendría que hacerlo yo. Conocía muy bien la obra y la orquesta, pues tocaba en ella, así que todo salió bien, salió por la televisión y mi madre todavía conserva ese video.
¿Qué instrumento musical tocaba usted?
Tocaba en los segundos violínes, algo que, creo, me fue muy útil. Los violínes primeros suelen estar más centrados en la melodía, pero los segundos a menudo realizamos las voces intermedias de la armonía. Así que yo tenía la melodía siempre al lado, pero al mismo tiempo era muy consciente del resto de las voces. Tenía mi propio juego en la cabeza durante los ensayos, en el que miraba a los compañeros y les daba, imaginariamente, las entradas. Sin darme cuenta, estaba empezando a entrenar lo que hace el director, imaginar el sonido antes de que suene.
¿Cómo se decidió a dar el salto a Europa?
A mi modo de ver, en Colombia no había ninguna universidad que ofreciera un programa suficientemente interesante de dirección. Aun así, me fui a Bogotá, a una universidad que no tenía dirección de orquesta pero sí coral. De todas formas, estando allí yo ya andaba obsesionado con marcharme a Viena, por donde pasaban los maestros más importantes del momento, los Mehta, Abbado, etcétera. Dio la casualidad de que mi profesor en Bogotá estudió con un maestro vienés muy conocido, Hans Swarowsky, y además conocí a un par de músicos colombianos que habían estado en Viena, así que poco a poco fui reafirmándome en mi intención de irme para allá.
Ahora tiene su vida bien asentada en Viena, que es una ciudad de intensa vida musical. ¿Qué papel le han asignado allí? ¿Se ha visto encasillado en algún tipo de repertorio por su procedencia latinoamericana?
Es verdad lo que dice, siempre se suelen asignar rótulos, y es fácil que te encasillen si vienes de Latinoamérica. Yo tuve la suerte de llegar a Viena a estudiar, como uno más de los millones de extranjeros que llegan a estudiar música a Viena. En mi clase, de hecho, solo había un austriaco y un alemán, el resto veníamos de todos los rincónes del mundo. Así que todos estábamos, más o menos, en igualdad de condiciones, y era el estudio el que marcaba las diferencias. También es cierto que, en el colegio, nos daban una educación muy europea y tuve siempre un contacto muy directo con Mozart, Beethoven, Haydn, y todo ese repertorio tan importante en Viena, por lo que, a pesar de no ser austriaco, siempre me he sentido como en casa dirigiendo esa música. Por otra parte, en aquella época todavía no había comenzado el gran auge latinoamericano que existe hoy en día, con Dudamel, la fiesta y todo eso, así que nunca tuve que enfrentarme al rótulo de ser latinoamericano.
Actualmente es director titular de la Tonkünstler Orchestra de Viena, ha dirigido varias orquestas y casas de ópera austriacas, y su carrera parece ir viento en popa por aquellos lares. ¿Por qué, entonces, se decidió a aceptar la titularidad de la Orquesta Sinfónica de Euskadi, que ejerce su actividad en la periferia del circuito musical Europeo?
Es verdad que no se puede comparar Donostia con Viena ni Euskal Herria con la cultura austriaca en cuanto a intensidad de los eventos. Lo que realmente me decidió a venir aquí, además del buen nivel de la orquesta, fue el público. Cuando estuve aquí por primera vez, en el Musikaste de Errenteria, el público se mostró enormemente cálido y emotivo, y se trataba de obras que nunca se habían tocado anteriormente. Me conmovió muchísimo. Luego volví para un programa de abono con la OSE, y noté que la gente apoyaba y disfrutaba muchísimo de la orquesta. Eso me mostró que aquí hay una identificación y amor muy grande por la orquesta, y que lo que hacemos llega. La gente no va solo para lucir vestido, va porque realmente quiere hacerlo. Por eso me vale el esfuerzo de salir de un centro cultural más fuerte y venirme aquí. Además, la cartelera de solistas que maneja la OSE es de un nivel muy alto, y aunque como nombre no estemos metidos en el circuito europeo, tenemos mucho potencial. Y tenemos, también, siete mil abonados, que eso no lo tiene ninguna orquesta en Austria, a pesar de ser instituciones con muchísima historia.
¿Cómo definiría su personalidad como director?
Para mi, la palabra fundamental es comunicación. Noto a la orquesta un poco desconcertada, porque estamos siempre muy conectados, y no sé si eso les ha ocurrido anteriormente. En cualquier caso, ese nivel de comunicación nos permite ir creando algo nuevo en cada concierto y cada noche, algo que acaba de suceder en ese momento y que no es una mera repetición de mi órdenes, aunque sea la quinta vez que tocamos esa sinfonía. Eso es muy importante. Cuando yo miro al músico y le doy una entrada quiero darle una motivación, transmitirle mi respeto y mi confianza. No le tengo que dar una entrada muy fuerte o muy imponente, solo mirarle y, en cierto sentido, invitarle a tocar su solo, porque el resto le acompañaremos. Es una concepción parecida a la música de cámara.
En los ensayos hay que trabajar, son muy eficientes y yo vengo con ideas muy claras. No hay mucho tiempo para charlar, pero suele suceder que en los descansos se acerquen los músicos con dudas o preguntas. Entender las razones del director, aunque no estemos de acuerdo con ellas, es algo vital. Eso se nota en el concierto y hace que la gente se crea lo que escucha.
«La OSE es de un nivel muy alto, y tenemos mucho potencial»
«Cuando llegué a Viena aún no había comenzado el auge latinoamericano»
«Noto a la orquesta un poco desconcertada, porque estamos siempre muy conectados, y no sé si eso ha ocurrido anteriormente»
«Tenemos siete mil abonados, eso no lo tiene ninguna orquesta en Austria, a pesar de ser instituciones con muchísima historia»
Tras varios periodos sin director titular y una fórmula de doble titularidad que no pareció arrojar buenos frutos, el nivel artístico de la Orquesta de Euskadi ha estado en los últimos años algo por debajo de sus posibilidades reales. Andrés Orozco-Estrada tiene ahora la responsabilidad de remontar la situación de la orquesta, de la que opina que es, ante todo, «muy profesional, con una disciplina muy positiva». Considera que la OSE «es una orquesta muy dispuesta, que hace lo que tú le pides, muy bien educada», algo que descubrió ya desde sus primeras visitas.
En cuanto a su sonido, Orozco-Estrada lo define como «fuerte, muy solido, muy masivo». Esta cualidad, en principio, le parece «positiva», porque se trata de «un sonido con carácter, como cuando alguien saca pecho», pero también cree que «se podría potenciar y mejorar la diversidad, trabajando mucho el tipo de color en función del repertorio». Por secciones, Orozco-Estrada juzga que la cuerdas «técnicamente funcionan muy bien, pero podemos ganar en homogeneidad y tener todavía un sonido más redondo». No quiere perder la «contundencia» que ahora poseen, pero le gustaría lograr «un sonido más pastoso o menos claro dependiendo de lo que la obra nos pida». En cuanto a los vientos, Orozco-Estrada se desvía hacia las salas de conciertos de Euskal Herria, «de muy buen nivel, pero que proyectan muchísimo los metales», lo que le va a exigir «buscar un mejor balance en esa dirección y ser capaces de modelar su dinámica en función de la acústica».
Una de las cosas que más agradece el director colombiano es que la OSE «tiene una mente muy abierta a la hora de acercarse a las obras, sin vicios estilísticos». Partiendo de esta ventaja, a Orozco-Estrada le gustaría «arraigarnos un poco más en los estilos», volviéndose más dueños de sus propias interpretaciones. Para ello, el maestro cree que «hay que sacar las personalidades de nuestros solistas, que tengan responsabilidad en sus secciones y que se sientan mas dueños de la orquesta, otorgando sus propias intenciones». Espera encontrar, de esa forma, «un universo muy rico» para la Orquesta de Euskadi. M. CH.