JULIA MONGE
A las mujeres reprimidas y silenciadas
La represión fascista sobre las mujeres, aquí en Elgeta, como en otros lugares, fue salvaje. Las violaciones, los cortes de pelo, el obligarles a beber aceite de ricino, las burlas que tuvieron que soportar en silencio, merecen un recuerdo especial.
Algunas, en aquel entonces niñas, estáis hoy aquí, nuestro reconocimiento para las que lo habéis contado, nuestro máximo respeto para todos los silencios. Hoy, queremos recordar, a la mayoría de aquellas mujeres que no tuvieron un papel «heroico», que no conocieron las trincheras ni manejaron un fusil, que permanecen anónimas pero que han estado y están cerca, hablamos de nuestras abuelas, tías, madres, de vosotras...
Ellas, que en ocasiones lo perdieron todo, fueron valientes, resistieron en condiciones impensables, inventaron cómo amanecer cada día, crearon redes solidarias, tuvieron que multiplicar forzosamente los panes y los peces... La guerra les arrancó hasta la mirada, la represión fue brutal, sus vidas viajaron en trenes donde cualquier destino era incierto y, sin embargo, no consiguieron convertirlas en víctimas, al contrario, resistieron, lucharon, amaron... y volvieron a empezar. Ellas lo deben contar, nosotras y nosotros debemos contarlo por las que ya no están. La generación de jóvenes de ahora debe saber que no están lejos, que el camino que hoy pisamos también lo abrieron ellas.
La verdadera recuperación de la memoria histórica tiene que saldar esta deuda, sin miedo, con coraje, como ellas se merecen.