Juan Mari Eskubi Arroyo | Bilbo
Abandoibarra: el «Abu Dhabi» vasco
Las instituciones vasco-españolas, neoliberales hasta la médula, están transformando Abandoibarra en un opulento «paraíso», sin industria, ni humos, ni ruidos... ni pobres, sólo con presuntuosos edificios, diseñado por reputados arquitectos. Para ello han privatizado miles de metros cuadrados de suelo público: del Ayuntamiento de Bilbo, del Astillero Euskalduna, del Puerto Autónomo, de Renfe, Feve, etc.
Los beneficiarios son, como siempre, bancos, financieros, especuladores, promotores, constructores y profesionales de la política. Para ocupar el terreno del astillero tuvieron que expulsar de él a miles de trabajadores que defendían con firmeza sus derechos laborales, «armados» con tuercas y tiragomas. La operación se realizó con un dispositivo militar, dirigido por estrategas del Ejército, que causó un muerto y varios heridos. Se dinamitaron los pabellones y sibre sus ruinas se levanta el «Abu Dhabi» vasco.
Lo predijo James Petras: «Cuando los intereses inmobiliarios exigen las tierras de los pobres, el gobierno organiza al ejército y a la policía para que marchen por delante de las escavadoras. La acción directa de los gobiernos sólo puede contestada desde la acción directa y colectiva de los movimientos. Para cuando lleguen las próximas elecciones, el barrio será un aparcamiento. Para cuando el Congreso investigue el caso, edificios de oficinas de acero y vidrio se repartirán el espacio con lujosos apartamentos».
Enntre el Guggenheim y el Euskalduna (de)crece hacia las nubes la torre de cristal de Iberdrola-BBK. Va a ser el edificio más alto de Euskal Herria, con el que ingresaremos en la ostentosa «cultura del rascacielos». Las viviendas y oficinas que se construyen son las más caras del Estado. Se rumorea que alguna de las promotoras atraviesa dificultades por falta de demanda. Si la crisis se prolonga un par de años, circunstancia nada improbable, puede que la operación especulativa acabe mal... pero no para los que la mangonean, que, como siempre, saldrán de ella enriquecidos, sino para la mayoría de los ciudadanos, que tendremos que pagar los platos rotos, aunque sólo se nos permita observar el desaguisado en silencio. «¡Mira y calla, imbécil!».