CRíTICA música clásica
Acústica y gimnasia
Mikel CHAMIZO
No voy a entrar a valorar si Gasteiz y su vida cultural necesitan de un nuevo auditorio como el que está proyectado que se empiece a construir en el 2010, pero la cruda realidad es que la acústica del Principal, para una orquesta sinfónica, es terriblemente mala. Acostumbrado a escuchar a la Orquesta de Euskadi bajo la sedosa reverberación del Kursaal, la crudísima sonoridad del Principal arruinó en parte mis expectativas, pues su acústica es como un niño maleducado que señala con el dedo los errores para que todo el mundo se entere. No es fácil valorar, en esas condiciones, la intepretación que Boreyko quiso lograr de la Sinfonía nº1 de Tchaikovsky: un concepto lírico, no extremadamente apasionado -como suele ser práctica habitual con la música de Tchaikovsky-, pero sí salpicado aquí y allí de ese sentido del espectáculo orquestal tan practicado por los directores rusos en este repertorio. El efecto, no obstante, quedó deslucido, sobre todo en los tutti, por una falta de calidad sonora y redondez que, repito, no sé hasta qué punto estuvo causado por la acústica.
Hélène Grimaud es una pianista con una extraña virtud, la de transmitir la sensación, en todo lo que toca, de que ella está plenamente convencida de que debe ser así. Transmite autoridad en sus interpretaciones, siempre elegantes y de un virtuosismo indiscutible. No obstante, a su visión del concierto de Rachmaninov le faltó algo que yo denomino «musculatura», y que tiene que ver con la faceta puramente física, casi gimnástica, de estos conciertos. Grimaud realizó una versión perfectamente lógica y muy expresiva, sí, pero uno se cree más esta música cuando el pianista parece perder un par de kilos durante su interpretación.
Intérpretes: Hélène Grimaud, piano. Orquesta Sinfónica de Euskadi.
Dirección: Andrey Boreyko.
Programa: Concierto para piano y orquesta nº2, de Rachmaninov. Sinfonía nº1, «Sueños de Invierno», de Tchaikovsky.
Lugar y fecha: Gasteiz, Teatro Principal. 06-10-2009