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El temor a un rebrote de la crisis no impide la tibieza de las medidas propuestas

 


GARA | ESTAMBUL

El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) concluyeron ayer en Estambul su asamblea anual conjunta con un mensaje de relativo optimismo por las señales de reactivación de la economía mundial acompañado de advertencias para mantenerse en guardia por una posible recaída. Tampoco hubo mayor definición en el campo de las medidas a adoptar.

El encuentro sirvió para confirmar también el empuje de los países emergentes, sobre todo los asiáticos, que se han convertido en la nueva locomotora de una economía global aún renqueante. «Esta es la primera vez en la que los países emergentes lideran la salida de la crisis», dijo Augusto de la Torre, economista jefe del BM para América Latina.

Por ello, los responsables de los dos organismos multilaterales prometieron acelerar la reforma para dar más voz en sus estructuras de poder a los países en desarrollo. La realidad demuestra, sin embargo, que estas grandes promesas formuladas en las citas relevantes, no se llegan a cumplir siempre. Lo recordó el propio director gerente del FMI, Dominique Strauss-Khan, al indicar que la cesión del 2,7% del voto de los países ricos sobre-representados a los emergentes infra-representados aprobada el año pasado, aún no ha entrado en vigor, porque sólo la han ratificado 36 de los 111 países necesarios.

Así las cosas, el traspaso del 5% adicional de poder de voto que se quiere llevar a cabo en el FMI y el 3% en el BM, una de las grandes medidas adoptadas en la cumbre del G-20, tiene muchas probabilidades de correr la misma suerte.

De ahí que voces críticas como la del ministro ecuatoriano de Finanzas, Diego Borja, crean que, tras el «echarse flores unos a otros», hay unas medidas «extremadamente tibias» y no la reforma profunda por la que aboga el mundo en desarrollo. En cualquier caso, muy lejos de las grandes reformas que anunciaban cuando estalló la crisis financiera mundial. Las reuniones incidieron en el mensaje de que la economía mundial ve la luz al final del túnel y crecerá un 3,3% en 2010, tras contraerse el 1,1% este año. Aun así, parece haber consenso en la necesidad de mantener los paquetes de estímulo hasta que la recuperación esté afianzada.

Temor a una nueva crisis

El mensaje de que la recesión está superada no convenció a todos. El Premio Nobel de Economía de 2001, el estadounidense Joseph Stiglitz, señaló que, con tasas de desempleo que superan el 10% en muchos países, no se puede decir que la crisis haya acabado.

El optimismo moderado no ocultó el temor a que el repunte se atranque cuando se retiren los estímulos públicos y la sospecha de que burbujas nuevas ya están en formación. «Existe una preocupación inmensa» sobre la posibilidad de una nueva crisis, dijo Steven Schrage, ex secretario de Estado adjunto de Estados Unidos.

José Viñals, director de asuntos financieros del FMI, enfatizó que hay que tener cuidado de que los mercados no vayan «demasiado por delante» de la económica real. De momento el Fondo no cree que haya burbujas «importantes» en los países emergentes, «pero sí el riesgo de que se produzcan», en referencia a los flujos de capital elevados que se han dirigido hacia esos mercados.

En lo que sí hay acuerdo es que el consumidor estadounidense no podrá seguir siendo el motor económico global, tras ver diezmado su poder adquisitivo.

relativo optimismo

El FMI y el Banco Mundial confirmaron sus previsiones de crecimiento global del 3,3% para 2010, pero no ocultaron su temor a un rebrote de la crisis y proponen mantener los planes de estímulo.

emergentes

Insistieron en el traspaso de votos en ambas instituciones a los países emergentes pero aún no han cumplido sus anteriores promesas. Eludieron abordar cualquier reforma de importancia.

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