A falta de hechos, premio a las promesas
El propio Barack Obama admitió ayer que no creía merecer el Premio Nobel de la Paz. Se trata de una decisión insólita de la Academia sueca y es lógico que Obama, que apenas lleva ocho meses en el cargo y que es presidente de la primera potencia de un mundo lleno de injusticias -muchas de ellas impulsadas por sus predecesores-, considere el galardón excesivo. No obstante, a pesar de ese detalle de honestidad, no tuvo la elegancia de declinar aceptarlo hasta cumplir alguna de sus promesas. Ese gesto le hubiese dado más credibilidad que todas las promesas que pueda hacer.
La Academia sueca, por su parte, hace mucho que perdió toda opción de recuperar su crédito en este ámbito. Aunque el jurado defienda lo contrario, todo el mundo es consciente de que el galardón celebra más el retiro de Bush que las acciones de Obama. Además de por los condicionantes ya señalados, porque Obama se ha mostrado por ahora prolijo en palabras y parco en hechos. Algo que sin embargo muchos olvidan. El mundo empieza a padecer respecto a Obama una especie de «síndrome Kennedy». Y es que si bien es cierto que J.F. Kennedy también creó grandes expectativas de cambio y dio pasos importantes en temas como la discriminación racial en EEUU, no es menos cierto que durante su mandato ordenó la invasión de Bahía de Cochinos, gestionó la crisis de los misiles de Cuba y prosiguió con la guerra de Vietnam, donde autorizó bombardeos con napalm. Su imagen tapa, a menudo, estos hechos. A pesar de ello, sus promesas de mayor igualdad y justicia sonaban revolucionarias a oídos de los grupos de poder conservadores y reaccionarios de su país. Paradójicamente, esos grupos mantienen hoy en día ese discurso hacia Obama y para ellos este premio es una nueva prueba de su «antiamericanismo».
En todo caso, la paz en potencia promovida por Obama no consuela a quienes en Irak, Afganistán o Palestina sufren la guerra real impuesta por sus predecesores y no abortada por él; su retórica antinuclear no mitiga el efecto de las miles de cabezas nucleares que hay en el mundo; su mensaje ni alimenta ni cura a África... En definitiva, le han premiado por su diplomacia, pero la historia juzgará a Obama por su política.