Raimundo Fitero
Es una lata
María Teresa Campos ha encontrado en la tarde de los sábados, en Tele 5, un espacio con el que justificarse. Digamos que está revitalizando una franja horaria copiando las aviesas intenciones de la primera estatal que la tenía colapsada con eso que se llama «Cine de barrio», un espacio televisivo que representa una idea del invento y una manera de alimentar una memoria desmemoriada. Una memoria adulterada por los recuerdos teñidos de una nostalgia operativa en el campo de la ocultación de la verdad existente para convertir la historia, o la pequeña historia en algo que se encuentre representado por esas películas conocidas como españoladas y que han servido tanto para al sociología de entretenimiento como para la descalificación artística del propio cien español.
La ampos se ha creado un corralito televisivo acompañada, precisamente, de muchos de los que mantienen su vida periodística, mediática o como se deba decir a esa figura de entretenedor televisivo a base de maledicencias, chismorreos y rumorología varia. La tarde del sábado pasado, la figura sobre la que se hacia un trabajo de exhumación era Rocío Dúrcal. Cantante, actriz, incluso fue niña prodigio en su momento, con una buena carrera y que tras su muerte por cáncer hace unos años, ha dejado tras de sí una familia que aparecen en los programas más redundantes de las televisiones para pelearse por la herencia. La económica, claro, la otra, si es que la hubiera, no importa.
Pero a la figura de la cantante retratada y exaltada se unió una noticia de alcance: la muerte de Luis Aguilé. ¿Y quién es Luis Aguilé se preguntarán muchos? Pues alguien que llegó hace cuarenta años, diciendo «cuando salí de Cuba dejé mi vida, dejé mi amor», y se instaló en la televisión única de entonces estrenado cada año entre dos y tres cancioncillas que alcanzaban las listas de éxitos y que tenían alcance popular. Cientos. Muchas. «Es una lata el trabajar, todo los días te tenés que levantar...» Forma parte de la memoria emocional de varias generaciones. Ha muerto sin honores, siendo pastos de los programas del corazón. Antes que la autopsia ya tiene a los cuervos repartiéndose sus vísceras. Es una lata.