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Cristina Maristany Escritora

La paz es un arma cargada de futuro

El sacerdote irlandés Alec Reid dijo algo que impresionó a Otegi, ya que lo ha vivido en sus propias carnes: «Cuanto más razonables sean vuestras propuestas, más os perseguirán». Desgraciadamente es un hecho real

El documento de debate repartido entre las bases de Herri Batasuna que publicó GARA y las manifestaciones de la abogada Jone Goirizelaia de que los encarcelados, pese a las detenciones y los gravísimos hechos que están acaeciendo, mantienen su decisión firme de trabajar en esa dirección, la vía política y democrática, ha descolocado por completo al Gobierno español, ya que no queda la más mínima duda de que el trabajo que se estaba realizando desde la izquierda abertzale tras un largo período de reflexión era la puesta en marcha de un importantísimo «proceso democrático que tenga como base la palabra y la decisión de la ciudadanía vasca, que debería llegar a desarrollarse sin ninguna violencia ni injerencia externa».

Esta apuesta política propiciada desde el mundo abertzale y apoyada por la mayoría de los sindicatos y los representantes de los partidos más diversos como respuesta a la barbarie cometida día a día en Euskal Herria para impedir como sea la solución al conflicto y acallar toda posible vía política, ha dejado en fuera de juego al Gobierno español, ya que se ha quedado sin argumentos. El pueblo vasco quiere la paz y apuesta por ella, pero en el Gobierno, en las más altas instancias, la solución política que lleva al fin del problema vasco tras 50 larguísimos años de existencia no es lo que se busca, tienen terror a esa solución.

Ahora, con las detenciones y todo lo ocurrido posteriormente, con la intoxicación masiva en los medios de comunicación, etc., se les ha visto como a través de rayos X. Esto ha quedado demostrado con la enorme manifestación que ha superado cualquier expectativa. Sin apenas tiempo para organizarla, la respuesta de miles y miles de personas ha sido impresionante. Por muchas ilegalizaciones y detenciones que hagan, no pueden silenciar a un pueblo entero. Al revés, se ha hablado del efecto bumerán, todo lo contrario que el Gobierno pretendía y esperaba.

El documento, que por supuesto el ministro del Interior no ha filtrado, remarca la necesidad de crear un muro social contra la represión, ante la constatación de que el Estado español no tiene intención de detenerla. El proceso democrático es valorado como la vía que permitiría «traer a casa a los presos y huidos». Para ello se propone crear una movilización social similar a la que se produjo al final del franquismo. También se refiere a las alianzas, incluye una apuesta clara para la reunión de sectores partidarios de la soberanía y previene del peligro de actuar con dogmatismos en este terreno. Así mismo se sigue reafirmando la vigencia de Anoeta 2004.

Arnaldo Otegi, Rafa Díez Usabiaga, Miren Zabaleta, Arkaitz Rodríguez y Sonia Jacinto han sido encarcelados por el juez Baltasar Garzón por un hecho importantísimo y necesario: buscar la vía política. Eso es lo que plantea el documento que tanto terror ha ocasionado en el Gobierno. El sacerdote irlandés Alec Reid dijo algo que impresionó a Otegi, ya que lo ha vivido en sus propias carnes: «Cuanto más razonables sean vuestras propuestas, más os perseguirán». Desgraciadamente es un hecho real: a cada paso político de la izquierda abertzale ha respondido el Estado español deteniendo a sus impulsores. Dice Floren Aoiz: «No se puede negar eternamente a un pueblo el derecho a decidir libremente su futuro».

Si la multitudinaria manifestación no es un hecho aislado, sino que las permanentes agresiones al pueblo vasco sirven para catalizar y adunar fuerzas saliendo masivamente a la calle todos los que defienden el legítimo derecho a la autodeterminación, será algo imparable. No es posible desnacer a tantas gentes por muchas ilegalizaciones y detenciones que se hagan. «Genocidio político» llaman acertadamente los sindicatos convocantes a la gran manifestación a todo lo que está ocurriendo.

Hay otro suceso tristísimo y gravísimo que también ha dejado al Gobierno totalmente descolocado: La irrupción y desalojo por parte de la Ertzaintza en el cementerio de Zarautz en el 34 aniversario del asesinato de Juan Paredes Manot, Txiki, uno de los cinco últimos fusilados del franquismo. Los familiares y amigos no pudieron acercarse a su ser querido. Jamás había sido prohibido ese acto. Ocurre ahora, con un Gobierno llamado «socialista» y con un usurpador, Patxi López, que unido al Partido Popular e ilegalizando partidos ha llegado a lehendakari.

El siniestro 27 de septiembre de 1975 Txiki fue fusilado en Cerdanyola (Catalunya) junto al cementerio, en presencia de su hermano Mikel y de los abogados Marc Palmés y Magda Oranich. Ellos contarían que no había permitido que le vendaran los ojos. Los que le fusilaron eran guardias civiles voluntarios. Txiki, mirándoles a la cara, empezó a cantar el «Eusko Gudariak». Sonaron los disparos, no una ráfaga, sino poco a poco, lentamente. Él siguió cantando, retorciéndose y cantando hasta que le dieron el tiro de gracia. Quedaba el recordatorio de sus hermanos pequeños en el que había escrito por detrás aquel poema: «Mañana, cuando yo muera, /no me vengáis a llorar. /Nunca estaré bajo tierra, /soy viento de libertad».

El pasado domingo se celebró un acto por Txiki. Me sumo emocionada y mando un inmenso abrazo a su familia y amigos.

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